Durante mi larga vida como inuit, aprendí que el poder es algo silencioso. Algo que uno recibe y que —al igual que los cantos, los hijos— nos atraviesa. Y que después hay que dejar correr.
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Durante mi larga vida como inuit, aprendí que el poder es algo silencioso. Algo que uno recibe y que —al igual que los cantos, los hijos— nos atraviesa. Y que después hay que dejar correr.
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Mientras tanto, te pongo en aviso, Uqsuralik: un iceberg es un mundo que puede invertirse en cualquier momento. Incluso en invierno, incluso en primavera, digan lo que digan los jóvenes. Ahora sígueme, y salgamos de aquí.
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Una anciana narra también el gran viaje que hicieron sus padres mucho antes de su nacimiento, los peligros que soportaron al atravesar los hielos. Parece ser que, en tiempos remotos, se podía llegar en invierno a una isla lejana donde abunda la caza. Desde entonces, las corrientes han cambiado, y ya no es posible llegar en trineo. Así se mueve nuestro territorio -como una gran respiración que nos arrastra-.
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Durante mi larga vida como inuit, aprendí que el poder es algo silencioso. Algo que uno recibe y que -al igual que los cantos, los hijos- nos atraviesa. Y que después hay que dejarlo correr.
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Desde hace unos días, la tundra se me antoja anormalmente desierta. Atravieso cauces de agua, observo rastros, huellas frescas y hasta excrementos —por mucho que barra el horizonte con la mirada, no percibo movimiento alguno—. Como si todos los animales se hubieran vuelto invisibles. Este silencio me pesa, mientras que a mi lado Ikasuk sigue protestando y gruñendo. ¿Estaré desviándome hacia el mundo de los espíritus?
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Ahora sé, gracias a mi propio canto, propulsarme fuera de mi cuerpo hasta el mundo de los espíritus. Aprendo poco a poco a a dialogar con ellos sin tener miedo. El viaje, sin embargo, es aterrador. Cada vez tengo la sensación de que me arranca las entrañas. Mi corazón late contra mis oídos, me asalta una sensación de vértigo.
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¿Cuál de los siguientes libros fue escrito por Gustave Flaubert?