El infierno está hecho de ausencias, de vacíos
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El infierno está hecho de ausencias, de vacíos
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A veces me gusta jugar contigo cuando estás muerta
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Sus palabras traían consigo su pasado. No solo eso: traían consigo un mundo nuevo, un mundo oculto donde la magia y los monstruos eran reales.
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«Esto es lo que somos», dijo la otra Ariadna. «Muerte y venganza. Asesinato y estrago. Para eso nos crearon. Dispara y estaremos más cerca de volver a casa». Sintió un acceso de vértigo, una sacudida tremenda, como si alguien, de pronto, le hubiera retirado el suelo bajo los pies. Bajó la pistola y retrocedió veloz, deseosa de alejarse cuanto antes de la tentación de arrebatarle la vida a ese miserable. Sentía una tristeza desgarradora y, por primera vez, la sentía por sí misma, no por todos los que había perdido. |
—Marc, Marc, Marc… —Lo repetía como un mantra, como una plegaria. Aquel nombre en sus labios la salvaba de la inenarrable angustia de ser ella—. Marc, Marc, Marc… —Tuvo la estúpida ocurrencia de que si dejaba de pronunciarlo, él moriría. Que la única manera que tenía de mantenerlo con vida era afianzarlo entre sus cuerdas vocales, darle forma con su lengua y anunciarlo a la creación entera, convertir su nombre en verbo para conjugar su existencia y expulsar el horror intolerable de un mundo que no lo contuviera—. Marc, Marc, Marc… —Proclamarlo a gritos, a mordiscos, clavarlo en el aire, grabarlo en los pulmones, en las corrientes de su sexo, en los sacrosantos cimientos de la realidad—: ¡Marc! —gritó.
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¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?