Tú tan refugio y yo tan a la deriva

el odio solo pueden despertarlo personas a las que queremos. Personas con la capacidad de hacernos daño.

Que la luz, cuando es potente, se convierte en refugio y acaba con la más larga de las derivas.

La rabia te da muchas cosas, pero te quita una vital: la capacidad de razonar.

Tú serías el faro que acabaría guiándome de vuelta a casa.

También me pregunto si en estos diez años alguien la ha abrazado así: con fuerza, con cariño, con ternura, con rabia, con desesperación… Con las ganas de quien siente que nada más en el mundo puede salvarle de la oscuridad.

En el fondo, lo que hace feliz a una persona no es tener el corazón limpio de sentimientos malos, sino asumirlos y centrarse en los buenos para poder seguir sonriendo, pese a los huecos oscuros.

Supongo que eso es lo que hace a un profesor, trabajador social o persona en general especial e imborrable, que no se rinda jamás contigo. Que permanezca a tu lado, aunque no lo merezcas. Sobre todo cuando no lo mereces.

Es de las que piensan que sonreír, aunque sea con el corazón roto, sana.