A pie de página

En este pequeño librito, a medio camino entre un ensayo y una especie de memorias escritas al vuelo, el autor, Fernando Castro Flórez, filósofo, esteta y crítico de arte, hace un recorrido sobre su relación con los libros y la literatura, además de aportar reflexiones filosóficas propias y ajenas sobre la experiencia vital que representa ser un lector empedernido.

Comienza su andadura vital ligada a los libros en la biblioteca de su localidad natal, copiando extractos de la enciclopedia en sus trabajos y cruzando los dedos para que el profesor no cayese en la cuenta del atajo tomado. Después cuando decidió estudiar filosofía, comenzó su voracidad lectora y la experiencia universitaria abrió su mente a nuevos estilos y autores. A continuación nos habla de su vida profesional, ligada en mayor o menor medida al mundo del arte y entre el mismo siempre ha habido cabida para la palabra escrita. Todo ello regado con su modo particular de vivir y sentir su pasión lectora.

Me he sentido muy identificada con muchas de esas manías lectoras que todo lector que se precie se enorgullece de compartir con otro especímen al que considera hermano en su bibliofilia. ¿Quién no ha acarreado a todos lados el libro que está leyendo y que echa en el bolso o maleta aún sabiendo que cuando llegue a su destino no va a tener tiempo ni de abrirlo? Creo que todos los que me leáis lo habréis hecho en más de una ocasión. También habréis ido de viaje con la mitad de la maleta llena de libros(en casos de lectores juiciosos, el resto, los que ya o tienen remedio, con la maleta al completo dejando sólo espacio para un par de mudas limpias 😅), no vaya a ser que te quedes sin lecturas para escoger, un gran drama.

También comparto sus problemas de espacio y orden satisfactorio de la bibloteca personal, ese ser con vida propia que se adueña de tu casa y se niega a ser domesticado. Los bibliófilos siempre andamos en la búsqueda del orden perfecto de nuestras estanterías, otro mito irrealizable.

Una de las pocas cosas que no comparto y siempre suelo equiparar a un pecado capital lector, es la manía del autor con el subrayado del libro mientras lee. Además en su caso, requiere de un lápiz especial para poder subrayar y leer a su gusto, llegando hasta el punto de no disfrutar de la lectura, o directamente no leer si no dispone de ese tipo de lápiz en el momento.

Es algo que a mí me parece un sacrilegío, pero que sé que muchos lectores lo perpretan en todas sus lecturas. Puedo llegar a comprender que son lectores a los que les gusta recrearse en los pasajes que más emoción o reflexión les produjeron cuando leyeron el libro y que así lo tienen resaltado si quieren volver a consultarlos, pero ¿volverían a resaltar las mismas frases en otro momento del tiempo?. Todos los lectores sabemos que la percepción que tenemos sobre la valoración que hacemos sobre una obra leída va cambiando con el tiempo, y creo que ese método puede servir para valorar cómo ha cambiado la nuestra con el tiempo, pero aún así es algo que destroza el libro y debería haber pena de cárcel para el que lo haga, sólo digo eso 😁. Además debo añadir, el efecto negativo que produce al lector que lee un libro previamente subrayado por otro, condiciona toda su lectura, además de ser muy incómodo para la vista 😠. Por favor no lo hagáis con libros que os han prestado (en especial los de bibliotecas), es una falta de respeto y consideración hacia futuros lectores del mismo ejemplar.

En definitiva, es una lectura ágil y muy interesante, que hará que los bibliófilos y amantes de la lectura sientan que no están solos en una afición por lo demás solitaria e incomprendida por parte del pequeño mundo que nos rodea a cada uno de nosotros.
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Siento una curiosa atracción (una especie de voyeurismo lector) por los ensayos literarios, por asomarme a la intimidad de las reflexiones que sobre la biblioteca de una vida construye tal o cual persona. No me importa si el/la que lo escribe sea más o menos conocido o tenga en su haber más o menos escritos firmados.

Ante la imposibilidad de pasearme por las estanterías de los demás, me agarro con ansia a la galería de las palabras, de las descripciones, de los títulos y citas que componen la experiencia de aquel que no solo lee, sino que reescribe su espíritu en base las páginas que almacena en su piel.

Desconocía quién es Fernando Castro, así como su labor crítica, filosófica y docente; solo quería leer sobre escritura, sobre los senderos que conducen aleatoriamente a la lectura y cómo esta malogra o engrandece nuestro propio ser en el mundo.

Dentro de las catorce paradas que componen este pequeño ensayo, he disfrutado más aquellas en las que el autor habla de la cotidianeidad, de sus tiempos en la universidad, de cómo “leyendo a su manera” ha absorbido con igual o más intensidad la materia literaria de lo ajeno para poder construir la propia.

Entiendo esa necesidad de distancia con las lecturas y los modos propuestos por los círculos académicos, donde cada subrayado y cada fragmento obedecen a una presión definitoria; a una obligatoriedad de pleitesía donde tu propia visión y arranque creativo queda reducido a cenizas en pro de la grandeza del verbo ajeno.

Todos estamos compuestos de notas a pie de página, de anotaciones en los márgenes y eso es precisamente de los que nos habla el autor, de cómo esa tarea se ha convertido en una necesidad, en el material con el que se unen todos nuestros fragmentos.

Sí que es cierto que hay algunas partes del texto que son más complicadas y que pueden hacer densa la lectura en función del propio conocimiento que tengamos sobre la literatura.

Aun así es una lectura simpática para introducir entre novelas, casi como un aperitivo que nos da más ganas de seguir leyendo (y anotando).

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Fernando Castro Flórez es filósofo, crítico de arte, profesor en la UAM, escritor y actualmente youtuber. Hace ya varios años que me enseñó Teoría del Arte y Estética en el grado de Historia del Arte y aún me sigue enseñando cosas a través del presente libro y otros anteriores como: “Elogio de la pereza: notas para una estética del cansancio libro” (Julio Ollero Editor), “Contra el bienalismo. Crónicas fragmentarias del extraño mapa artístico cultural” (Ediciones Akal) o “Mierda y catástrofe: síndromes culturales del arte contemporáneo” (Fórcola Ediciones).

En “A pie de página: Placeres en el desierto de la lectura” (La Caja Books) el autor nos introduce en un agudo recorrido personal sobre el placer de la lectura y sus hábitos que desarrolla en forma de ensayo literario. Una lectura bastante diferente de las que me tiene acostumbrada.

Deudor de su herencia natal el autor comienza este ensayo a modo de diario y desde el punto de origen y sus raíces nos muestra como el aprendizaje genuino que parte de la curiosidad se transforma en experiencia, sabiduría y en pensamiento crítico propio.

A través de 14 capítulos cortos, Fernando Castro elabora un homenaje a la lectura y a la escritura. Narra sus primeras experiencias con la lectura a través de las enciclopedias Espasa-Calpe, los diferentes códigos de lectura, apuntes y anotaciones.

Una lectura vivaz y totalmente recomendada para amantes de la lectura, pero especialmente para aquellas personas que consideran la lectura una experiencia y tienen la necesidad de saber más acerca de las fuentes primarias o secundarias que complementan y cultivan el intelecto.

Cuando conocí a mi compañero CV discutíamos sobre la pertinencia o no de citar y referenciar con notas a pie de página (personalmente, prefiero las citas parentéticas, como cualquier persona que se precie). La lectura de este libro nos hace, si no acercarnos (esta lucha ya la hemos dado por perdida), al menos declarar nuestro amor eterno a las citas. A pie de página es un recorrido por la autobiografía lectora y escritora de Fernando Castro Flórez. El libro arranca con un intempestivo "todo comenzó copiando". Casi podríamos iniciar toda biografía así.

El vértigo que el autor sintió al aterrizar en la universidad y ver las ingentes lecturas que ya cargaban sus compañeros capaces de citar directamente del griego nos ha sido familiar, a cada uno en su campo de estudio. En la universidad encuentra guías y maestros de lectura, cosa que nos ha encantado. Pero también halla vértigo. Leer quizá es siempre el vértigo de lo que falta por leer y de que lo que se lee y se escribe apunta siempre a una lejanía irresoluble. La lectura, como la escritura, es "la búsqueda del sentido que ella misma disuelve y expele".

Castro se sabe biográficamente deudor de lo que ha leído, de ahí su amor por la nota a pie de página como homenaje a las lecturas, como homenaje a lo oído y vivido, como "fugaz hermosura del acto amoroso", como un aquí que siempre se apunta hacia otro lugar. En el decir, en el leer y escribir siempre está la herida de lo leído y de lo no-leído-aún. Cualquier cosa está atravesada por notas a pie de página, sean visibles o invisibles. Estamos hechos de notas a pie de página de los demás y quizá no seamos sino una nota a pie de página más.

Qué penita que un libro que a priori pinta tan bien, no te acabe gustando. Eso me ha pasado a mí con este "A pie de página", una pequeña obra biográfica con parte de ensayo en la que su autor, Fernando Castro Flórez, habla sobre su amor por la lectura desde que en sus tiempos de escolar copiaba de la enciclopedia Espasa Calpe que consideraba más suya que de los demás estudiantes.

Con la lectura y autores varios nos lleva por diferentes etapas de su existencia siendo los más interesantes los capítulos en los que cuenta algunas anécdotas más o menos entretenidas, y resultando para mi gusto un tostón esas partes más ensayísticas en las que brevemente se habla de algunos autores u obras, con citas incluidas.

Se lee en una horita (comprobado en mi trayecto hacia y desde el trabajo) porque apenas tiene 117 páginas, su formato es pequeño y la letra grande.

Gracias a Babelio por su Masa Crítica que hizo que este libro cayera en mis manos.
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