A pie de página de
Fernando Castro Flórez
La experiencia de la lectura es un deseo de movilidad que puede ser (paradójicamente) sedentario. Al lector que acepta dejarse llevar por el camino (inevitablemente crítico) se le presenta la posibilidad de errar, esto es, de incluir la equivocación en el movimiento verdadero del texto. El trayecto no tiene prefigurado su destino: ofrece encuentros imprevistos y favorece una búsqueda que no es otra cosa que una infinita disponibilidad. La lectura sería un andar dispuesto a resolverse en cualquier momento, un estar: un modo de ir más que allá que nos remite a un más acá. Una guía y una flecha indicadora que da en el blanco, pero sin esfuerzo y como si el blanco no fuese más que un instante del movimiento mismo o, incluso, como si ese blanco estuviese designando ya el punto de partida secreto de cualquier búsqueda.