La infancia y las travestis son incompatibles. La imagen de una travesti con un niño en brazos es pecado para esa gentuza
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La infancia y las travestis son incompatibles. La imagen de una travesti con un niño en brazos es pecado para esa gentuza
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En esa casa travesti, la dulzura puede hacer todavía que la muerte se amedrente. En esa casa, hasta la muerte puede ser bella.
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¿Qué hacer con la certeza de que la mirada del otro dice lo mismo que la nuestra, que es posible por un momento amarse con alguien, que es posible salvarse, que la felicidad existe?.
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Un resplandor verde enceguece a la muerte y la amenaza con vida. Le advierte que debe retroceder.
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(...) con mayor o menor arte, intentábamos la transparencia. El triunfo de volver a casa habiendo sido invisibles y llegar limpias de agresiones. La transparencia, el camuflaje, la invisibilidad, el silencio visual eran nuestra pequeña felicidad de cada día. Los momentos de descanso.
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Le rezo a la Virgen porque es mujer y nos entiende más a nosotras.
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Algo comenzó en esa penumbra. Hablo de mi penumbra ahora, hablo de mí misma. Hablo de la sensación de estar tragando puñados de tierra de la mano de Dios.
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“Aquella infancia de violencia, con un padre que con cualquier excusa tiraba lo que tuviera cerca, se sacaba el cinto y castigaba, se enfurecía y golpeaba toda la materia circundante: esposa, hijo, materia, perro. Aquel animal feroz, mi fantasma, mi pesadilla: era demasiado horrible todo para querer ser un hombre. Yo no podía ser un hombre en ese mundo”. |
El deseo de morir viene de muy niño, un prematuro fantasma delsuicidio con el que me entiendo desde pequeño. Sé que está ahí, lo identifico con claridad, lo distingo de entre todos los deseos posibles, aún sin saber que me libraré de él al convertirme en travesti, que, contrario a lo anunciado, la salvación serán un par de tacos y un lápiz de labio color rosa viejo.
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Las travestis trepan cada noche desde ese infierno del que nadie escribe, para devolver la primavera al mundo.
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Como agua para chocolate