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ISBN : 8475870589
Editorial: No reconocida (30/11/-1)

Calificación promedio : 4/5 (sobre 1 calificaciones)
Resumen:
Selección de relaciones y cuadros de costumbres de Fernán Caballero. Incluye.
El alcázar de Sevilla
Un sermón bajo naranjos
Episodio de un viaje a Carmona
Una visita al convento de Santa Inés
La Catedral de Sevilla en una tarde de Carnaval
simón Verde
El Eddistone
Una excursión a Waterloo
Aquisgrán
Extracto de un trabajo de Mr Ferdinand Denis sobre los Noels o villancicos de Francia
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Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
Joserodher
 03 November 2023
Esta recopilación comienza con el artículo titulado «El alcázar de Sevilla», muy descriptivo y un poco árido para mi gusto, pero que cuenta con esta graciosa anécdota: «Cuéntase que, mientras se bañaba le hermosa favorita le hacían tertulia el Rey y sus cortesanos, lo cual deja de ser tan escandaloso como a primera vista pudiera aparecer, si se considera que hoy mismo es costumbre en algunas partes recibir en el baño, y aun en ciertos parajes bañarse muchas personas de ambos sexos reunidas, como se verifica en los de Biarritz en Francia, y en los de Bath en la pulcra Albión. La galantería de aquellos tiempos había introducido la costumbre de que, los caballeros bebieran del agua misma en que se bañaban las damas. Así lo verificaba en el baño de Doña María el Rey D. Pedro y sus cortesanos. Notó un día aquel que uno de estos no lo hacía, y dirigiéndose a él le dijo: ¿Porqué no bebes? Prueba esta agua y verás cuán buena y fresca es. -No haré tal, Señor, contestó el interpelado. -¿Porqué? tornó a preguntar picado el Monarca. -Para evitar, Soberano Señor, repuso aquél, que si encuentro agradable la salsa, vaya a antojárseme la perdiz».
El artículo titulado «Un sermón entre naranjos» es un bella hagiografía del Padre Fernando de Contreras, que dedicó toda su vida al rescate de niños secuestrados por los moros (se trata del siglo XVI), lo que se llamó redención de cautivos, llegando en una ocasión a ofrecerse él mismo como cautivo.
El «Episodio de un viaje a Carmona» es una anécdota divertida. Nos cuenta Fernán que tenía pánico a los viajes en coche, ya que una vez volcó la diligencia en la que viajaba. al llegar a su destino, se quejó a los lugareños de Mairena de los baches del camino por los que tuvo que pasar. Éstos no fueron muy empáticos (que se diría hoy) y le contestaron que ninguno de ellos se había roto las narices (se ve que salían poco del pueblo) y acabaron diciéndole: «el que quiera capa que se la compre, y si no, que se ande sin ella».
«Una visita al convento de Santa Inés» nos cuenta la tremenda historia de la fundadora del convento: Doña María Coronel, que llegó a echarse aceite hirviendo para evitar el acoso del rey don Pedro. «Don Pedro …reincidió con tal empeño en su persecución, que doña María Coronel, estimando en menos su corporal belleza y aún su vida que su virtud, se determinó a una acción propia del heroísmo cristiano que la animaba, que fue la de echarse aceite hirviendo a su bello rostro, afeándole hasta el punto de dejarlo hecho una viva llaga, cuya vista horrorizaba.Así logró esta noble heroína, esta mujer fuerte, honra y prez de su sexo, apagar la criminal pasión del rey, que era cuanto deseaba». al final del artículo nos regala una reflexión filosófica: «Dios gobierna a la naturaleza y al orbe entero, por más que la escéptica ciencia atribuya este gobierno a las propias leyes de la naturaleza; pero estas leyes ¿quién las creó? La Nada no puede crear ni aun el caos. Así es que todo lo gobierna Dios, ya por leyes establecidas, ya por fenómenos; todo lo rige, menos la voluntad del hombre, al que dio para gobernarse a sí mismo el libre albedrío». El argumento de que la nada no puede crear ni aun el caos, creo que no ha sido rebatido.
«La Catedral de Sevilla en una tarde de Carnaval» es un articulito que da una visión amable de la religión sin oponerla a la diversión, armonizándola y poniendo de ejemplo a los seises de la Catedral, de los que cuenta que hubo un arzobispo que se escandalizó por sus bailes y quiso suprimirlos, pero no lo consiguió, ya que fueron admirados por el Papa. «Un arzobispo de Sevilla asaz rígido, intentó suprimirlo por no creerlo bastante austero. Entonces el cabildo de la catedral fletó un barco y envió a Roma los seises con sus maestros y directores, que llevaban una súplica del cabildo al Soberano Pontífice para pedirle presenciase estos cultos contra los que le habían mal prevenido. Su Santidad concedió lo que se le pedía y cuando los hubo presenciado dispuso sin titubear que continuasen sin reforma alguna».
«Simón Verde» llamado Cuadro de costumbres es más bien la historia de un santo Job al estilo de Fernán. Es una novela corta edificante y evangélica salpimentada de refranes y cantos populares que le dan un encanto especial. Abusa quizá de las descripciones y las digresiones. La propia Fernán llega a decir: «Volvamos a la narración, puesto que nos echan en cara nuestras digresiones. ¡A narrar, a narrar! ¡Al sembrado y a sembrar patatas! Las digresiones están de más, que también en literatura hay hombres positivos. ¡Digresiones! ¡Pues no es nada! La prosa se escandaliza, la narración se indigna, el verso grita: ¡usurpación! El tiempo pide estrecha cuenta; el interés reniega de esos jaramagos parásitos y la atención dice que no quiere vagar como un papanatas, sino que quiere caminos de hierro para estar al nivel de los adelantos de la época. ¡A tus agujas, sastre!».
«El Eddistone» es un artículo que nos acerca al faro de Eddystone por el que siente una gran admiración Fernán. «…un faro es, después de una iglesia, el más santo de los monumentos. Ambos tienen el mismo fin: guiar, alumbrar, consolar y salvar». Nos cuenta la leyenda de su primitivo constructor que fracasó en su finalización por un rapto de soberbia. «Un hombre se ofreció a erigir sobre la aislada cresta de aquella roca una torre que llevase en su frente el salvoconducto de innumerables vidas, una luz en la noche más oscura, una esperanza para el corazón más abatido …el mal espíritu … envió al arquitecto su mejor auxiliar, el orgullo, que se apoderó de él y le hizo decir: «Estoy tan seguro ya de mi obra que desafío a todas las tormentas y tempestades, y aun al poder de Dios, a que me impida el concluirla.» Aquella misma noche se desencadenó tal temporal, que cuando el día corrió el velo de la noche los consternados habitantes de la costa no divisaron en el mar sino la negra, calva y aislada roca -el arquitecto y su obra habían desaparecido-…»
«Una excusión a Waterloo» es como la anterior y la siguiente una carta dirigida, dice el texto, a su mejor amiga. Son impresiones de viaje. En esta caso se detiene ante el escenario de la transcendente batalla de Waterloo. Es evidente desde el primer párrafo que Fernán simpatiza con el vencedor. Es lógico que aborrezca a Napoleón sintiéndose española de adopción. «He ido a ver ese lugar ilustre; he ido con el entusiasmo y respeto con que en un principio fue visitado el lugar del triunfo de la justa causa; pues ni en la verdad ni en la justicia puede haber reacción…» Se ve que rechaza el apelativo de reaccionaria. Es una adalid de la verdad y de la justicia, en su criterio.
En «Aquisgrán» nos acerca Doña Cecilia a la ciudad de Carlomagno y nos describe sus impresiones de viaje a la vez que nos cuenta las leyendas que pudieron dar origen a sus tres nombres: Aquisgrán, Aachen y Aix-la-Chapelle. Es un pequeño ensayo lleno de ingenua fe, encanto y poesía. Magnífico.
«Extracto de un trabajo de Mr. Ferdinand Denis sobre los Noels o Villancicos de Francia» es la traducción de un texto francés acerca de estos cánticos navideños. Nuestra autora dice en una nota a pie de página: «¡Pobres franceses católicos, que de este sincero entusiasmo tienen que hablar como de cosa pasada! …Y gracias a Dios que nosotros de ella hablamos como de cosa presente e inamovible. No que nos falten Voltaircillos, pero sea que les falte mucho para llegar a aquel gran presente del ateísmo, o que en suelo español no germinan sus doctrinas, no han adelantado gran cosa, gracias al cielo».
«Episodio de la Batalla de Trafalgar» es una narración de la gesta histórica vista desde la perspectiva de la madre de tres marinos combatientes. Tiene un carácter demasiado melodramático y trasnochado. Su disculpa es ser la primera obra de Fernán, aunque ya muestra el talento narrativo de la futura autora de «La Gaviota».
«La corruptora y la buena maestra» es un apólogo moral, típico de Fernán, que nos muestra cómo la riqueza es corruptora y la pobreza es buena maestra. El título ya lleva implícita la moraleja. El relato es mucho más que esto: está lleno de gracia popular, refranes, chascarrillos y desparpajo andaluz.
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