Querido Señor Daniels

Me asomé al interior de las ventanas y vi a un montón de gente del instituto bebiendo, enrollándose y haciendo todo lo que uno espera encontrar en una fiesta de instituto.
¿Por qué nadie celebraba fiestas para leer?
Me encantaría ir a algo así.

¿Qué era lo más triste de todo?
Que lo echaba de menos antes de que se hubiera marchado.

- ¿Tu dorado?
-Todo el mundo tiene un dorado. Puede ser cualquier cosa: una canción, un libro, una mascota, una persona. Cualquier cosa que te hace tan feliz que tus entrañas gritan de pura felicidad. Es como si estuvieras drogado, pero mejor, porque es un subidón natural. Shakespeare es mi dorado.

Mereces ser el estribillo de la canción favorita de alguien. Mereces ser la dedicatoria de su libro favorito.

No había una respuesta para esa pregunta. Pensé que eso era lo que le dolía más a la gente: las preguntas sin respuesta.

No hay segundas oportunidades. Solo primeras oportunidades que nunca acaban.

Estaba convencida de que todo el mundo tenía alguna rareza. Y lo más guay, o al menos eso esperaba, era la idea de que había alguien ahí fuera tan extravagante como tú. La idea de encontrar a tu otro bicho raro me atraía mucho. Aún lo estaba buscando.

Antes de ti, no amé de verdad. Nunca creí en la eternidad, hasta que te encontré, mi amor. Ashlyn, eres mi siempre para siempre.

Los humanos no estamos hechos para ser perfectos, Daniel. Estamos hechos para meter la pata, joderlo todo y aprender cosas nuevas. Nos hicieron perfectamente imperfectos.

Las mejores cosas en esta vida no son fáciles. Son duras, son dolorosas y crudas. Eso hace que llegar al destino final sea mucho más dulce.