Diez días en la casa de los locos

Con tan solo 23 años, la periodista Nelly Bly fingió locura para internarse en el sanatorio para enfermos mentales de la Isla de Blackwell, en Nueva York, con la intención de exponer el trato que recibían las internas. Tras pasar varios reconocimientos médicos y entrevistas con diversos médicos, la declaran mentalmente inestable y consigue que la internen en Blackwell’s Island, donde descubrirá que el terror más profundo que pueda albergar su mente no es nada comparado con lo que va a ver allí.

En aproximadamente 140 páginas, Nelly Bly consigue plasmar de manera directa y sin tapujos los brutales abusos a los que son sometidas las internas por parte de las enfermeras del pabellón. Desde privarlas de mantas y abrigos para el frío, hasta impedir que puedan dormir, o darles comida en mal estado alegando que es lo mejor que pueden obtener de la caridad a la que son sometidas. El libro, aún siendo corto, es muy duro y desmoralizador. Hay capítulos y pasajes que pueden ser difíciles de digerir por la brutalidad de los hechos narrados.

Aunque son pocas, Nelly Bly destaca a un par de personas que conoció durante su internamiento, que eran seres de luz entre tanta oscuridad y maldad. Y aun teniendo buenas intenciones (para paliar el sufrimiento y la desesperanza de muchas de las internas), estas quedaban eclipsadas por las atroces y crueles enfermeras que hacían de la vida de esas mujeres un auténtico infierno.

Conocer las historias de estas mujeres puede helar la sangre y hacernos sentir un pozo de tristeza en nuestro interior. Muchas de ellas eran almas inocentes, algunas ni siquiera sufrían trastorno alguno, simplemente molestaban a la sociedad y eran encerradas para que no se las escuchara.

La autora hizo un trabajo de investigación sublime, poniendo en riesgo su salud y bienestar, para destapar esta red de abusos e intentar mejorar en la medida de lo posible la vida de esas mujeres. Nelly Bly aportó su grano de arena y este libro es el testimonio que quedará para el recuerdo.

Anoche soñé con mi madre. A lo mejor viene hoy para llevarme a casa.

—Pero la ciudad paga para mantener estos lugares —insté—, y paga a las personas para que sean amables con los desafortunados que llegan aquí.
—No esperes aquí ninguna amabilidad porque de eso tampoco tenemos

He visto a pacientes levantarse y observar con añoranza la ciudad a la que probablemente nunca volverán. La ciudad significa libertad y vida; parece muy cercana y, sin embargo, el Cielo no está más lejos del infierno.