Cuando pienso en la época dorada de las novelas de detectives (años 20 y 30 del siglo XX), generalmente tiendo a pensar en los grandes autores británicos de sobra conocidos por todos, pero hay otros, quizás no tan populares, cuyas obras no tienen nada que envidiar a las de los buques insignia del género, y que estamos empezando a descubrir décadas después de su publicación gracias a colecciones como esta de Siruela. “Asesinato en el Richelieu” de Anita Blackmon, es la primera de dos novelas protagonizadas por Adelaide Adams, una solterona artrítica y deslenguada, que se engloban dentro del subgénero “had I but known”, en el que una narradora femenina habla directamente con el lector, expresando a lo largo del libro su arrepentimiento de cómo el asesinato podría haberse evitado “si lo hubieran sabido”. «Yo, Adelaide Adams, soltera, estaba tejiendo en el vestíbulo del Richelieu la mañana que todo comenzó. Aunque en aquel momento no era consciente de que estuviera empezando nada. No me considero una mujer timorata y sé que ocasionalmente algunos miembros poco serios de las jóvenes generaciones me han tildado de vieja arpía. No obstante, de haber sospechado el desenfrenado derramamiento de sangre en el que pronto nos veríamos inmersos habría salido de allí pitando sin mirar atrás a pesar de mi rodilla artrítica y mi exceso de peso. Sin embargo, aquella luminosa mañana del mes de abril no habría sido fácil encontrar un rincón de apariencia más apacible que el vestíbulo de nuestro pequeño hotel residencial. Porque lo único que tiene de grandilocuente el Richelieu es su nombre». Ese primer párrafo cumple una triple función: marca el tono general de novela, presenta al personaje de Adelaide y engancha al lector, tanto por lo que dice como por lo que deja intuir. Al comenzar a leer es inevitable pensar que Adelaide Adams es una suerte de Miss Marple sureña, pero lo único que tienen en común es un marcado interés por la gente que las rodea. Ahí terminan todas las similitudes. Adelaide es una mujer mayor (o lo que se consideraba mayor en la época), con sobrepeso y una lengua afilada. Tiene un punto débil, las personas jóvenes, y son estas las que nos permiten ver su lado más amable y generoso. Bajo una fachada brusca, dura e incisiva, Adelaide no duda es salir de defensa de los más desfavorecidos. Narrada en primera persona en la voz de Adelaide, esta podría llegar a resultar irritante, pero el personaje está dotado de un sentido del humor que la humaniza, no dudando en describirse a sí misma en situaciones un tanto incómodas. El elenco de personajes se nos presenta a través de los ojos (y los prejuicios) de Adelaide, lo que sirve no solo para conocer a todos, víctimas y sospechosos, si no para dar mayor profundidad al personaje de Adelaide. Si bien es cierto que hoy día podría considerarse que la novela peca de emplear numerosos estereotipos y clichés, haciendo comentarios y observaciones que actualmente serían impensables, estos mismos contribuyen a crear un retrato certero de una época y un lugar. El Richelieu es un hotel pequeño con un nombre grande, y escenario único de la historia, convirtiéndose en un personaje más de esta. Se verá sumido en el caos tras el asesinato de uno de sus huéspedes. Para Adelaide, esa muerte se convertirá en algo personal, ya que el hombre aparece colgado de la lámpara de su habitación, pero ella no desempeñará el papel de investigador al uso, viéndose implicada en los hechos directamente. La narración está sembrada de pistas (verdaderas y falsas), con alguna escena un poco más gráfica de lo habitual en el género, y un humor mordaz e inteligente. La vida de los huéspedes del hotel está muy bien representada, el ritmo de los acontecimientos se mantiene a lo largo de la narración, y el misterio, aunque un poco enrevesado (especialmente el desenlace), termina dando respuesta a todas las preguntas que se habían generado. Desconozco si Siruela tiene intención de publicar la segunda novela protagonizada por Adelaide Adams, pero si lo hace no me la perderé por nada del mundo. + Leer más |