La Busca

Hacía tiempo que tenía a Baroja en mi punto de deseo y por fin llegó la ocasión de leer del tirón la trilogía que empieza con esta novela, una de las más ponderadas del autor.

No lo he pasado nada mal pululando en medio de esta barahúnda que conforma el lumpen madrileño de entresiglos, pero quería comentar un aspecto que siempre se subraya del autor en general y de esta obra en particular: su carácter pesimista.

Bien es cierto que Baroja lo es en cuanto a la naturaleza humana y a su posibilidad de modificación y mejora. Ve imposible erradicar de la especie la maldad, la mezquindad, el egoísmo, la crueldad, adjetivos que siempre nos definirán junto a otros muchos de los que, por el contrario y afortunadamente, sí nos podemos sentir orgullosos. Una imposibilidad que nos deja en una situación un tanto complicada a la hora de alcanzar una organización social justa y eficiente.

Sin embargo, todo este pesimismo social, si de tal forma se puede calificar, y no simplemente de realismo, se trastoca en todo lo contrario cuando se trata de la acción individual. No se puede decir que esta frase de Roberto Hasting, fundamental en el desarrollo de la novela, sea en absoluto pesimista:

“Si quieres hacer algo en la vida, no creas en la palabra imposible. Nada hay imposible para una voluntad enérgica. Si tratas de disparar una flecha, apunta muy alto, lo más alto que puedas; cuanto más alto apuntes, más lejos irás.”