Amor y conveniencia

-El verde es el color de la envidia -le recordó-. ¿Quieres que el resto de las damas me tengan envidia?
-No. Quiero que los hombres me la tengan a mí.

"Maldita sea, Ezra tiene razón", se lamentó. "Estoy enamorado de ella".

Habría preferido casarse por amor, sin deber nada a ninguna de esas personas, ni si quiera una invitación.

No existe mayor atractivo en una mujer que la seguridad en sí misma.

Aquel líquido rojo parecía huir de ella como lo habían hecho todas las cosas que había conocido a lo largo de su vida: su padre, su madre, el dinero, las amistades... Sus posibilidades de enamorarse.

Con su mirada le decía que podía bailar con quien quisiera. Podía hacerlo con sus amigas o con cualquier caballero. Vestida de hombre o de mujer. No importaba, siempre y cuando reservase para él su último baile.

Nada es personal en estos bailes, ¿verdad? Y, en el fondo, todo lo es.