Un gozo para siempre

Hay veces en que un autor tiene su sello y firma en la propia gramática de aquello que escribe. Pues Arrabal tiene la ¿irritante? manera de colocar los signos de interrogaciones ¿constantemente?, ¿cuando no tocan? Me enamoré de esa absurdamente ingeniosa forma de escribir, y de leer, nada más empezar el libro.

En un viaje hacia una ciudad de su infancia, el autor hace un recorrido autobiográfico a través de cavilaciones enlazadas que no llegan a resolverse, donde nos presenta a innumerables escritores, filósofos, pintores, directores... y a sus obras, ensalzándolas, o criticándolas, siempre junto a un análisis concreto de las mismas, que te permite observar una continuidad general a pesar de lo aparentemente azaroso de estas presentaciones.

Podemos decir que es una constante reflexión, sobre temas tan diversos como extrañamente conexos, desde el el arte a la política, e incluso, en ocasiones puntuales, al sexo; o mejor dicho, a la sexualidad.

Es un libro nada fácil de leer, a la vez que apasionante, requiere de toda tu atención para entender realmente aquello de lo que está hablando, pues, si bien en ocasiones no puede ser más explícito, en otras no se está refiriendo ni por asomo a aquello de lo que parece estar hablando.

Recuerda, si se me permite, a El Quijote, que, junto con su inseparable Sancho (en este caso Odile, la médica que será su compañera de viaje), recorre un camino al mismo tiempo real e inexistente, lleno de ilusiones y constantes cavilaciones, a través de un diálogo a la vez interno y externo, donde se va perdiendo y donde te hace perderte -literalmente-, nunca mejor dicho.

"Un gozo para siempre" es, además, una crítica en mayúsculas a la marginación y olvido del arte, y a su reducción al valor monetario, queja que podemos ver más claramente casi al final del libro, y que Arrabal decide acompañar con una lista de nombres que nunca podría estar completa.

La propia obra obliga a la pausa y reflexión. Es sin duda uno de los mejores libros que he leído, y que ha hecho que me emocione en un par de ocasiones no sólo por el contenido, sino por la manera en que estaba invitada a leerlo. Una manera impresionante de conocer a este autor.

Sintiéndolo mucho el libro no me ha gustado nada. Me ha costado una eternidad leerlo y eso que no es demasiado largo, al revés, debería ser un libro medianamente rápido de leer pero a mi, personalmente, me ha costado la vida. Esa manera que tiene de escribir tan suya y tan, digamosle interrogante, ha sido verdaderamente agotadora para mi (vuelvo a repetir).

El libro cuenta la historia de una carta misteriosa y un viaje al pueblo de la infancia, donde el protagonista se pregunta muchas cosas y da respuesta a muchas otras, mezclado recuerdos del pasado y deseos del presente. Este viaje no lo hace sólo sino con su doctora-cuidadora que aunque le resulte un incordio también es una tentación.

Este libro es una incógnita. Por supuesto que está muy bien escrito, con una narrativa ágil. Lo menciono porque a lo largo de la misma te aparecen dudas de si nos está contando, realmente, sucesos de su viaje al lugar de su niñez( las hurdes ); si son reflexiones de los acontecimientos surgidos a lo largo de su vida, en un diálogo interno o si habla con un personaje real( Odile ) que le acompaña en ese viaje o es fruto de su imaginación y lo usa para poner los hechos en un contexto hacia el que nos va dirigiendo.
Ciertamente, es una historia tierna de recuerdos del pasado y su relación con distintos personajes con los que ha convivido, en momentos duros de la historia más reciente de este país y cómo se puede sobrellevar con valentía la crudeza del tiempo exiliado fuera de tu hogar