Regresó a la habitación y fue hasta el escritorio para apagar la computadora, pero cinco notificaciones en su muro de facebook hicieron que su rostro adquiriera una mueca que iba más allá de la rabia. Aún así, entró. Una imagen de uno de los enanos de Blanca Nieves fotochopeada con su rostro más los compañeros burlescos de todos sus compañeros de clase. No soportaba que le llamaran zotaco o tapón de alberca. Tampoco había hecho el intento siquiera de bloquearlos como a diario le aconsejaban otros a quienes sí consideraba amigos. Si lo elimino, se me olvidarán todas las cosas que me hacen, era su pretexto.
vinieron a su mente los actos de acoso sufridos desde que lo inscribieron en ese maldito colegio. La vez que lo amarraron a un árbol durante el recreo para fusilarlo a pelotazos, después lo metieron al contenedor de basura y lo hicieron rodar por las escaleras del edificio de Dirección o cuando lo desnudaron para hacerlo correr dentro de la biblioteca. son juegos de jóvenes inquietos. No se preocupe, lo vigilaremos con extremo cuidado, había dicho la trabajadora social a su padre la única ocasión que acudió a denunciar los hechos.
Otro grito de la madre le anunció que ya estaba listo el carro, que se apurara. Dejó un mensaje en su muro y lo cerró para ir al clóset. La rabia se esfumó dando a una sosegada sonrsa. Tomó la 22 y la metió a la mochila. no quiero llegar tarde.
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