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Hay historias que rezuman tanto dolor que terminan por rasgar sus páginas. Libros que tratan de camuflar toda tipo de frustraciones, sentimientos y súplicas a través de palabras que esconden una realidad universal que a todos nos devorará tarde o temprano. ¿Qué estamos dispuestos a ofrecer a cambio de lo imposible?, ¿que renuncias considerías justa por conseguir una nueva oportunidad, una brizna de aire, un último abrazo?,¿serás capaz de vivir con tu conciencia cuando la luna opaca las ramas de los árboles mostrando un carácter retorcido, inquieto, exigente? Las raíces recuerdan tu nombre aprovecha uno de los grandes dilemas universales para analizar la fragilidad de la conciencia humana, el egoísmo que la envenena y su debilidad ante los remordimientos. Y lo hace poniendo patas arriba al género de las casas encantadas y el de las maldiciones generacionales para traernos una visión intimista y descorazonadora de la propia esencia de los seres humanos. Una visión en donde el amor y la desesperanza son capaces de crear fantasmas y sirven de sustento a ciertas entidades que se aprovechan de las pasiones para nutrirse. A través de un viaje de regreso a su pasado, Lander Herrera recorre los pasillos de su casa, las calles del pueblo de Urrun y los senderos del bosque teniendo que enfrentarse a los miedos que le llevaron a alistarse al frente para huir hacia una guerra que se le antojaba más humana que su propia realidad. Pronto se dará cuenta que, por mucho que lo intente, nadie podrá huir de su pasado y que, ocultos en las calles, los fantasmas siempre fueron buenos susurrando tus recuerdos para que nunca los olvides. La historia que nos trae Aitziber Saldias se nutre de todos los tropos de las casas encantadas para traernos chirridos, movimientos extraños, objetos que caen, murmullos entre las paredes y presencias inertes que atormentarán a nuestro protagonista por no poder aislarse de ellas. Lander Herrera no teme lo que ve ni le aterra la muerte que le rodea. Ni siquiera se plantea la irracionalidad de lo que implica pasear por los senderos mientras contempla las procesiones de difuntos que le miran con aíres de melancolía y un cierto desprecio. Sin embargo, lo que le quita el sueño, lo que le empuja a huir de nuevo lejos de todo lo que se respira en el pueblo de Urrun, es que él no deja de ser parte de esa comunidad y eso le genera un profundo terror. Y es que este tipo de localizaciones siempre generaron historias inquietantes. Pueblos malditos, con lamentos atravesando las paredes, miradas venenosas y paciencia ante lo que es inevitable. Lugares telaraña que esperan su momento para nutrirse de vida. Ecos de un horror que no olvida y que reclamará por siempre sus deudas + Leer más |