Noté el parecido con Kafka y seguramente por eso no he disfrutado mucho de su lectura. Lo poco que disfruté hay que achacárselo sin duda al parecido que también guarda con Bohumil Hrabal. |
Noté el parecido con Kafka y seguramente por eso no he disfrutado mucho de su lectura. Lo poco que disfruté hay que achacárselo sin duda al parecido que también guarda con Bohumil Hrabal. |
AL ACECHO DE UNA METÁFORA KAFKIANA Reseña del relato: La sección (2007), de Ádám Bodor Parece que Gizella Weisz ha alcanzado el reconocimiento de todos, incluso el de sus superiores. De seguro que esta situación la hemos vivido en alguna ocasión. Podríamos sentirnos identificados y recordar el momento en que nuestros padres se sintieron orgullosos de nosotros, o quizás fueron nuestros profesores; o tal vez recordemos el momento cuando recibimos una felicitación de nuestro jefe. El narrador de La sección indica que hasta “el gran Onaga” felicita a Gizella: “Ha nacido usted para dirigir” (7), le dice él. Ahora bien, no hay tiempo para las celebraciones. Es el día de su partida y deberán trasladarla a la colonia, donde tendrá a cargo una sección. El todoterreno de la empresa la llevará hasta su casa para que haga sus maletas y luego la conducirá hasta la estación para que emprenda el viaje. Quizás, ahora mismo, algún lector estará recordando el día en que fue promovido, o el día en que debió mudarse de ciudad ante una nueva oportunidad, académica o laboral... De nuevo, no hay tiempo para pensar bien las cosas: La sección, escrita por Ádám Bodor, sólo tiene 59 páginas y en cada línea se sugieren tantas posibilidades que resulta difícil pausar la lectura. Gizella hace sus maletas y toma el teléfono en dos ocasiones, pero no tiene tono y cuelga malhumorada. Llevará consigo pocas cosas, las suficientes –desde su punto de vista–, para pasar un par de días fuera de casa: una muda de ropa interior de la marca Dior, medias, unas zapatillas, algunos libros y un par de manzanas. Afuera la espera el chofer del todoterreno, quien ahora está acompañado de un nuevo personaje que Gizella no conoce, es un hombre que lleva un sombrero y que le indica que viajarán juntos. El viaje será largo: deberán tomar el tren, luego ella deberá tomar un autobús, seguido la esperará una camioneta, después una vagoneta y, al final, un carro arriado por caballos. En su viaje, Gizella nunca estará sola, siempre la acompañará alguien más, ya sea el hombre del sombrero, el director de la colonia o, incluso, un par de soldados. Al final la acompañará Jani Ruptor, el carbonero, quien la recoge en su carro arriado por caballos y la llevará hasta su sección. Durante todo el viaje, diferentes personajes reconocerán –de nuevo–, el valor de Gizella Weisz: es fácil llamar la atención cuando se ha egresado de la más prestigiosa institución académica del país. Ahora bien, la nueva posibilidad en la vida de Gizella empieza a convertirse, rápidamente, en una pesadilla: se entera de que en su sección tendrá a cargo a una sola persona; y que su estadía no le tomará, únicamente, un par de días. Asimismo, y sin violencia, sentirá que las personas que empieza a conocer le recriminan el hecho de ser alguien con tanto valor. Línea a línea, será sometida al parecer de los demás, y casi sin darse cuenta; por ejemplo: le harán que vista botas de cuero, en lugar de botas de fieltro, pues la zona está llena de charcos y fango y caminos donde te hundes hasta las rodillas. Le cambiarán su jabón de tocador por un kilo y medio de jabón para lavar, ya que el lugar al que irá es tan frío que ningún otro jabón hace espuma. También le van a “sugerir” lo que deberá comer y tomar, y ella terminará llevando, incluso, cigarrillos, pues tal como le dicen: ya fumará en caso de que aún no lo haga. Hasta le “propondrán” no llevar sus libros: con uno que ellos le han escogido, de antemano, será suficiente. Para nuestra sorpresa, pero no para la sorpresa de Gizella, el director de la colonia desprenderá con sus propias manos la etiqueta de su ropa interior; y otro hombre le intercambiará su sujetador por un par de manoplas de cuero... No hay duda de que La sección puede ser pensada como una metáfora: alguien pierde, junto con sus cosas, aquello que la hace singular; de la misma manera en que a alguien la obligan a dejar de ser ella misma y, al final, ya no podrá diferenciarse de nadie. En la obra, la voluntad de la protagonista es doblegada lentamente, sin prisa, hasta lograr su anulación completa. Lo más interesante es que todo esto sucede sin aparentes traumatismos para el personaje, de la manera más natural posible, por eso la obra se parece a una de esas pesadillas kafkianas: un sueño intranquilo, absurdo, al límite de lo irracional, pero al mismo tiempo, tan, pero tan parecido a la propia realidad. Este relato, escrito por una víctima del régimen soviético, describe la realidad histórica de las sociedades totalitarias; al tiempo que nos advierte el riesgo que corremos, día a día, en nuestras “democracias”, donde la gran mayoría intenta sobrevivir. De seguro que no hay nada más importante para un gobierno totalitario que un pueblo dócil y homogéneo, finalmente: la opresión y el sometimiento impiden cualquier intento de desobediencia y revolución. En la sección que tiene a su cargo, Gizella Weisz no reconocerá el rostro envejecido y desdentado de un antiguo doctor, amigo suyo; así como tampoco reconocerá a la única persona que la acompañará: quizás sea Öcsi o Petya, no lo sabe con seguridad y, al final, tampoco importa. Él le dirá que lo único que quiere es sobrevivir a quienes lo enviaron a la sección; mientras que ella no termina de comprender lo que está sucediendo: “A usted la han enviado aquí para que reflexione sobre la causa por la que la han enviado” (55), le dice Öcsi, o Petya... La forma de la frase no es un error, ni un galimatías: es el actuar y es el lenguaje laberíntico del totalitarismo, por eso la promoción de Gizella es similar a una condena; y no es que siempre esté acompañada en su viaje, al contrario, ella está siendo vigilada; y no es que el teléfono esté descompuesto, ella no puede hacer llamadas; y su nuevo lugar de trabajo es similar a una cárcel, tan alejada que no necesita muros; y el frío y el barro que lo cubre todo son suficientes, en lugar de ser retenida por, digamos, guardias armados... A Gizella la someten a una sola forma de pensar y sentir las cosas, por eso la obligan, incluso, a leer un único libro; algo similar ocurre en nuestros días, cuando en un país como el nuestro los libros y, en general, la cultura es demasiado costosa para la gran mayoría. Aquí no te obligan a leer un único libro, si no lees ninguno mejor. Y hoy nos uniforman cuando en pleno momento coyuntural los medios de comunicación amplifican, como verdad, el parecer del gobierno de turno. Cuando los únicos intereses válidos son los económicos, incluso por encima de la propia salud de sus habitantes. La uniformidad a la que someten a Gizella la convierte en un animal parecido a las comadrejas; así como, ahora mismo, muchos de los ciudadanos de nuestra “democracia” son inmunes a la muerte y al dolor que se sucede, hora tras hora, en las calles y en los barrios, como si realmente se tratara de una noticia de un país extraño, lejano, quizás del pasado. No. Los muertos no pertenecen a un régimen lejos en el tiempo y en el espacio, los muertos le pertenecen a esta democracia, eufemismo de dictadura. Ádám Bodor es un autor húngaro nacido en 1936. La editorial Acantilado ha publicado, además de La sección (2007), las novelas: El distrito de Siniestra (2003), La visita del arzobispo (2005) y Los pájaros de Verhovina (2019). Enlace: https://guardopalabras.blogs.. + Leer más |
Gizella Weisz es la protagonista de este breve relato. En su camino hacia “la sección” se encontrará con personajes variopintos que irán arrebatándole parte de sus propiedades a cambio de otras neutras o más simples. Apenas se nos ofrecen datos de Gizella, salvo pistas que se dejan entrever en las conversaciones con otros personajes. En este viaje hacia lo más recóndito, Gizella va desprendiéndose de aquello que la caracteriza e individualiza del resto. Los directores de zona, así como los transportistas la impelen a someterse al conjunto y no diferenciarse, es así la fuerza del poder de un régimen totalitario como se manifiesta en este relato. De hecho, en un momento dado, un director la despoja de su libro de lectura a cambio de otro para él más instructivo, “las preguntas del leninismo”, todo queda dicho. El planteamiento pese a que goza de una buena base, no nos ha convencido en su desarrollo ni en su final. La trama podría haber sido más explotada y ser más extendida otorgándole un contexto mayor. No obstante, se trata de un relato oportuno, condensado en breves páginas, donde Gizella involuciona en vías a una despersonalización y acercándose a la animalidad en un estado donde su voluntad queda anulada y totalmente doblegada. Éste es sin duda el objetivo último de toda dictadura, ciudadanos dóciles que se sometan sin revoluciones a una homogenización sistemática y no se planteen siquiera reflexionar, cuestionarse sobre el sistema o tener iniciativas propias. Por ello, este relato acerca de la opresión y el poder autoritario puede ser leído con doble lectura: por un lado, sobre una lección de historia de las dictaduras del pasado y, por otra parte, como una advertencia para las “democracias” del presente. Enlace: https://librosderuby.wordpre.. + Leer más |
Al igual que Bécquer esperaba la vuelta de las oscuras golondrinas, en un recóndito pueblo supuestamente ficticio cercano a los Cárpatos se esperaba con desespero la visita de un arzobispo. Narrada mayormente en primera persona, esta es una obra muy extraña, para empezar. En el susodicho pueblo hay un centro de aislamiento donde enfermos del pulmón están internados y que será, en cierto modo, el eje en torno al cual gire toda la historia. Aunque no tenga importancia narrativa como tal, coexiste con los personajes y casi todos los caminos van a parar allí. Por un lado, hay un hombre llamado Gábriel que ha ido al pueblo a reclamar los restos de su padre, cuya exhumación se va a llevar a cabo pronto. Le ha pedido que vaya su hermanastro por parte paterna, que está en la cárcel. Y Gábriel ha aceptado la misión. Pero su viaje al pueblo le conducirá a protagonizar una huida, que es con lo que comienza la novela, y varias historias engarzadas girarán en torno a esta travesía. Son dos hermanas solteras que están internas en el centro y que un día se escaparán de él. Con ayuda de Gábriel, hijo de contrabandista de personas, intentarán huir del lugar. Sin embargo, él las traicionará por lo jugosa que le resulta la recompensa para quien las atrape. La Iglesia, que gobierna el pueblo, ante la imprevista visita del arzobispo no puede dejar a dos mujeres por ahí sueltas, y le pagan bien a Gábriel por su captura. Y, por otro lado, está el narrador. No se nos dice su nombre en ningún momento, aunque se nos describe como un joven que es hijo adoptivo de una peluquera. El pueblo, todo hay que decirlo, espera la visita del arzobispo eternamente, y hay quienes planean un atentado contra el arzobispo para el día que se digne a ir. Esta es una novela aparentemente sencilla, entretenida, que guarda cierta tensión dosificada a lo largo de los capítulos de manera equitativa. En ella se habla se temas diversos como el exilio, la política, la religión, la homosexualidad femenina, el contrabandismo, la lucha por la supervivencia e incluso la xenofobia. Hay también magia, porque se nos habla de un religioso que lleva cinco años durmiendo. Y luego, del propio Gábriel se nos dice que está cinco días seguidos durmiendo. Ninguna de las dos anécdotas podría ser reales sea cual fuere el cansancio de ambos sujetos. Además, en alguna ocasión se describe la presencia de animales salvajes por las calles del pueblo de noche. Entre esos animales están los tejones, pero también los unicornios. A no ser que el ‘unicornio’ sea una especie animal común que en España conozcamos con otro nombre, me temo que este libro contiene más fantasía de la que creía. A través de ironías, algo de humor, saltos en el tiempo, flashbacks y muy poco orden, el narrador nos va llevando por una novela que es, ante todo, muy confusa y rara. Los propios personajes actúan de manera muy extraña, aunque el autor reparte los párrafos y los diálogos, con registro formal, de manera que ameniza la historia. Publicado en 1999, esta novela circular parece un libro con intenciones claras que, sin embargo, no es fácil de digerir y se puede hacer bola pese a su brevedad. La historia se va tejiendo conforme pasan las páginas. Por momentos se palpa la tensión, pero no tanto como he leído a algunos lectores de esta novela, más bien, oscura, cuyo título es más que adecuado y el diseño de la cubierta, sugerente y quizás un poco oscurantista. Para quien no lo conozca, Bodor es un autor rumano más conocido por su obra El distrito de Sinistra, además de otras en inglés. Estuvo preso en 1950 por motivos políticos y algo de eso puede verse en las referencias de poder, tantos políticas como religiosas, que condensa en esta novela, recomendable si se quiere realizar un ejercicio laberíntico de esfuerzo mental. + Leer más |
Esta vez acabo de terminar una novela de Ádám Bodor, autor que aún no conocía, y he de decir que su forma de contar la historia que nos plantea me ha hecho recordar a los mundos surrealistas propios de Kafka. Hace poco leí La colonia penitenciaria, también de la editorial Acantilado, y me ha recordado bastante a la prosa kafkiana, viviendo lugares inquietantes con unos personajes que esperan la lenta autodestrucción de un sistema cansado, apenas vegetativo que no deja indiferente. El autor nos sitúa en Jablonska Poliana, un pueblo perdido en la región de Verhovina, y nos lo describe como un microcosmos inhóspito, lugar que incluso las aves han abandonado tras ser rechazadas por el hombre, y tras ello, han renunciado volver a anidar en dicha zona. A través de una serie de historias contada principalmente por uno de los habitantes y escrito en un orden temporal no lineal, conocemos el pueblo y a los pocos vecinos que conviven. Cada capítulo es titulado con el nombre de cada uno de los extraños personajes que vamos conociendo a lo largo de la obra. Son tan pocos los habitantes de este extraño poblado, que hasta se controla quién entra en la zona, y para unos pocos que son bienvenidos, viven vigilados. Ádám Bodor usa metafóricamente los pájaros que abandonaron el pueblo, tal como da título al libro, al que llegan en contadas ocasiones, jóvenes procedentes de un reformatorio a los que se le da una segunda oportunidad, aunque es bastante oscura la principal función que desempeñan y según nos describen, suelen también “volar” sin retorno, lejos del poblado tras un tiempo. Todos los personajes tienen alguna característica especial en la obra, tal como Anatol Korkodus, brigadier responsable de todo y que supervisa las aguas termales con mal olor a azufre que hay en el poblado o tal como la pareja que tienen retenida en su propia casa acusada de matar a dos niños. Todos los personajes que vamos conociendo realizan acciones inusuales, repetitivas, bordeando lo surrealista y todo ello en un ambiente sombrío y triste, llevando una vida sin sentido, habiendo poco espacio para la esperanza. En resumen, se trata de una lectura interesante, totalmente diferente, con unos personajes extraños, dibujados por los límites de la locura y un futuro inexistente en el que solo esperan el paso del tiempo. Enlace: http://www.mrwonderbook.com/.. + Leer más |
¿Cuántas novelas policíacas publicó Agatha Christie?