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Crítica de gustavoadolfo


gustavoadolfo
19 June 2021
AL ACECHO DE UNA METÁFORA KAFKIANA

Reseña del relato: La sección (2007), de Ádám Bodor

Parece que Gizella Weisz ha alcanzado el reconocimiento de todos, incluso el de sus superiores. de seguro que esta situación la hemos vivido en alguna ocasión. Podríamos sentirnos identificados y recordar el momento en que nuestros padres se sintieron orgullosos de nosotros, o quizás fueron nuestros profesores; o tal vez recordemos el momento cuando recibimos una felicitación de nuestro jefe. El narrador de la sección indica que hasta “el gran Onaga” felicita a Gizella: “Ha nacido usted para dirigir” (7), le dice él. Ahora bien, no hay tiempo para las celebraciones. Es el día de su partida y deberán trasladarla a la colonia, donde tendrá a cargo una sección.

El todoterreno de la empresa la llevará hasta su casa para que haga sus maletas y luego la conducirá hasta la estación para que emprenda el viaje. Quizás, ahora mismo, algún lector estará recordando el día en que fue promovido, o el día en que debió mudarse de ciudad ante una nueva oportunidad, académica o laboral... de nuevo, no hay tiempo para pensar bien las cosas: La sección, escrita por Ádám Bodor, sólo tiene 59 páginas y en cada línea se sugieren tantas posibilidades que resulta difícil pausar la lectura.

Gizella hace sus maletas y toma el teléfono en dos ocasiones, pero no tiene tono y cuelga malhumorada. Llevará consigo pocas cosas, las suficientes –desde su punto de vista–, para pasar un par de días fuera de casa: una muda de ropa interior de la marca Dior, medias, unas zapatillas, algunos libros y un par de manzanas. Afuera la espera el chofer del todoterreno, quien ahora está acompañado de un nuevo personaje que Gizella no conoce, es un hombre que lleva un sombrero y que le indica que viajarán juntos. El viaje será largo: deberán tomar el tren, luego ella deberá tomar un autobús, seguido la esperará una camioneta, después una vagoneta y, al final, un carro arriado por caballos. En su viaje, Gizella nunca estará sola, siempre la acompañará alguien más, ya sea el hombre del sombrero, el director de la colonia o, incluso, un par de soldados. al final la acompañará Jani Ruptor, el carbonero, quien la recoge en su carro arriado por caballos y la llevará hasta su sección. Durante todo el viaje, diferentes personajes reconocerán –de nuevo–, el valor de Gizella Weisz: es fácil llamar la atención cuando se ha egresado de la más prestigiosa institución académica del país.

Ahora bien, la nueva posibilidad en la vida de Gizella empieza a convertirse, rápidamente, en una pesadilla: se entera de que en su sección tendrá a cargo a una sola persona; y que su estadía no le tomará, únicamente, un par de días. Asimismo, y sin violencia, sentirá que las personas que empieza a conocer le recriminan el hecho de ser alguien con tanto valor. Línea a línea, será sometida al parecer de los demás, y casi sin darse cuenta; por ejemplo: le harán que vista botas de cuero, en lugar de botas de fieltro, pues la zona está llena de charcos y fango y caminos donde te hundes hasta las rodillas. le cambiarán su jabón de tocador por un kilo y medio de jabón para lavar, ya que el lugar al que irá es tan frío que ningún otro jabón hace espuma. También le van a “sugerir” lo que deberá comer y tomar, y ella terminará llevando, incluso, cigarrillos, pues tal como le dicen: ya fumará en caso de que aún no lo haga. Hasta le “propondrán” no llevar sus libros: con uno que ellos le han escogido, de antemano, será suficiente.

Para nuestra sorpresa, pero no para la sorpresa de Gizella, el director de la colonia desprenderá con sus propias manos la etiqueta de su ropa interior; y otro hombre le intercambiará su sujetador por un par de manoplas de cuero...


No hay duda de que La sección puede ser pensada como una metáfora: alguien pierde, junto con sus cosas, aquello que la hace singular; de la misma manera en que a alguien la obligan a dejar de ser ella misma y, al final, ya no podrá diferenciarse de nadie. En la obra, la voluntad de la protagonista es doblegada lentamente, sin prisa, hasta lograr su anulación completa. Lo más interesante es que todo esto sucede sin aparentes traumatismos para el personaje, de la manera más natural posible, por eso la obra se parece a una de esas pesadillas kafkianas: un sueño intranquilo, absurdo, al límite de lo irracional, pero al mismo tiempo, tan, pero tan parecido a la propia realidad.

Este relato, escrito por una víctima del régimen soviético, describe la realidad histórica de las sociedades totalitarias; al tiempo que nos advierte el riesgo que corremos, día a día, en nuestras “democracias”, donde la gran mayoría intenta sobrevivir. de seguro que no hay nada más importante para un gobierno totalitario que un pueblo dócil y homogéneo, finalmente: la opresión y el sometimiento impiden cualquier intento de desobediencia y revolución.

En la sección que tiene a su cargo, Gizella Weisz no reconocerá el rostro envejecido y desdentado de un antiguo doctor, amigo suyo; así como tampoco reconocerá a la única persona que la acompañará: quizás sea Öcsi o Petya, no lo sabe con seguridad y, al final, tampoco importa. Él le dirá que lo único que quiere es sobrevivir a quienes lo enviaron a la sección; mientras que ella no termina de comprender lo que está sucediendo: “A usted la han enviado aquí para que reflexione sobre la causa por la que la han enviado” (55), le dice Öcsi, o Petya... La forma de la frase no es un error, ni un galimatías: es el actuar y es el lenguaje laberíntico del totalitarismo, por eso la promoción de Gizella es similar a una condena; y no es que siempre esté acompañada en su viaje, al contrario, ella está siendo vigilada; y no es que el teléfono esté descompuesto, ella no puede hacer llamadas; y su nuevo lugar de trabajo es similar a una cárcel, tan alejada que no necesita muros; y el frío y el barro que lo cubre todo son suficientes, en lugar de ser retenida por, digamos, guardias armados...

A Gizella la someten a una sola forma de pensar y sentir las cosas, por eso la obligan, incluso, a leer un único libro; algo similar ocurre en nuestros días, cuando en un país como el nuestro los libros y, en general, la cultura es demasiado costosa para la gran mayoría. Aquí no te obligan a leer un único libro, si no lees ninguno mejor. Y hoy nos uniforman cuando en pleno momento coyuntural los medios de comunicación amplifican, como verdad, el parecer del gobierno de turno. Cuando los únicos intereses válidos son los económicos, incluso por encima de la propia salud de sus habitantes. La uniformidad a la que someten a Gizella la convierte en un animal parecido a las comadrejas; así como, ahora mismo, muchos de los ciudadanos de nuestra “democracia” son inmunes a la muerte y al dolor que se sucede, hora tras hora, en las calles y en los barrios, como si realmente se tratara de una noticia de un país extraño, lejano, quizás del pasado. No. Los muertos no pertenecen a un régimen lejos en el tiempo y en el espacio, los muertos le pertenecen a esta democracia, eufemismo de dictadura.

Ádám Bodor es un autor húngaro nacido en 1936. La editorial Acantilado ha publicado, además de la sección (2007), las novelas: El distrito de Siniestra (2003), La visita del arzobispo (2005) y Los pájaros de Verhovina (2019).
Enlace: https://guardopalabras.blogs..
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