Bajo el cielo eterno de Veronica Rossi
—¿Por qué está contigo esa chica? Perry alzó la vista, sorprendido. Tizón seguía masticando, pero en la rama ya no quedaba nada. Ni un solo resto de carne. Tenía el ceño fruncido, el gesto burlón, desafiante. Perry se encogió de hombros y se permitió esbozar una sonrisa traviesa. —¿No te parece evidente? —El muchacho abrió mucho los ojos—. Es broma, Tizón. No tiene nada que ver con eso. Nos ayudamos mutuamente con un problema que nos afecta a los dos. Tizón se pasó la manga sucia por la cara. —Pero es guapa. Perry sonrió. —¿Ah, sí? No me había dado cuenta. |