Tigres de cristal de Toni Hill
Había otra regla no escrita que señalaba que «en las cosas de dentro de las casas nadie debía meterse», así que el mundo en general aprendió a mirar hacia otro lado cuando se cruzaba con la pobre Rosi y le veía los moratones de la cara, y los vecinos sólo se quejaban si las broncas y sus llantos les fastidiaban la siesta.
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