El jardín de vidrio de Tatiana Tibuleac
Lo más importante de todo, sin embargo, era que yo hablara ruso. Tenía que aprender siete palabras cada día. Ni diez ni cinco, siete, y que las aprendiera bien.
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El jardín de vidrio de Tatiana Tibuleac
Lo más importante de todo, sin embargo, era que yo hablara ruso. Tenía que aprender siete palabras cada día. Ni diez ni cinco, siete, y que las aprendiera bien.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
...me había apartado de un puntapié como a un perro cuando yo estaba dispuesto a ser un perro solo por sus caricias.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
Los ojos de mi madre eran mis historias no contadas.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
Sin embargo, creo que fue de otro lugar nuestro verano. Tal vez de ese planeta nuevo del que hablaba mi madre, o tal vez de Wiosna.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
No me interesaba nada ni nadie, no pensaba en el futuro ni en el presente. Vivía del pasado así como los pobres viven del pan seco.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
La barriga de matrioska de la abuela era nuestra verdadera vida, y lo que nos había sucedido fuera de ella no era sino un mal sueño del que solo podíamos despertar muertos.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
Esta mujer —a la que había odiado sin motivo en mi adolescencia— hizo por mí en unas pocas semanas más que todos los psiquiatras durante el resto de mi vida. Ella fue el Pentágono que me devolvió a la vida y me ayudó a olvidar todo lo que había que olvidar.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
Hablaba sin cesar, como un transistor —probablemente una costumbre de la gente mayor que está sola, o tal vez de los ciegos, que necesitan siquiera una voz a su lado—.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
(…) no escribas, Aleksy, por favor. Es posible olvidar los colores, las palabras, no.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
Le dije que ese cuadro iba a venderse, que se vendería con toda seguridad, e incluso por mucho dinero, porque los seres humanos están destrozados y buscan cosas destrozadas. Porque los seres humanos están enfermos y podridos y lo saben, pero fingen solo por miedo estar sanos y ser buenos. Y porque así es más fácil. Pero no todos pueden esconderse siempre. Y a veces toda su maldad y su enfermedad y su deformidad irrumpe y ellos se sienten mejor y más felices, incluso aunque los de alrededor los condenen y lloren por ellos de pena. |
El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
Comprendí que se acercaba el final. Mi madre había comenzado en ese momento el viaje hacia el lugar en el que se encuentra ahora. Hacia su estrella en la Osa Menor, hacia su campo de girasoles suspendido en el cielo o tal vez hacia otro universo, donde existe tan solo un Mar Entero de Esmeralda, que de vez en cuando se desmigaja y llega a otros mundos en forma de ojos verdes.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
Te he querido, Aleksy, te he querido como he podido.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
Sentía que había llegado al límite de mis fuerzas, necesitaba claridad. El problema era que no quería verla muerta —de hecho, creo que era la primera vez en todos aquellos años en que no quería algo así—, pero no soportaba ya tanto sufrimiento. Y eso lo decía precisamente yo: un niño que había crecido toda su vida sin amor.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
(…) pero yo opinaba que el olvido no es algo necesariamente malo. Cuántas veces habré rezado para poder olvidarlo todo —si no toda la vida, sí al menos los últimos diez años—, pero los recuerdos no se han ido.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
(…) quería estar en ese mismo instante con mi madre, teletransportarme, desaparecer —cualquier cosa—, pero estar junto a ella. Rebobinar ese verano como una cinta y volver al día en que vino —gorda y bajita— a recogerme en la escuela por su cumpleaños. Desodiarla y decirle que tenía unos ojos preciosos antes de que ella me lo preguntara.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
La tumbé en el suelo gritándole que no muriera. Que no se le ocurriera morir. Que no muriera antes de tiempo como una traidora, porque el verano no había acabado y fuera estaba lloviendo, pero no era otoño. Que no muriera por otros motivos y diera con todo al traste. Que cumpliera su palabra siquiera por una vez en la vida y que muriera como habíamos establecido, no ahogada en la bañera, como una chica descerebrada. Que no muriera ahora. Que no muriera así. Que no muriera, si fuera posible. No ahora.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
Sus ojos verdes, abiertos de par en par, brillaban en el agua como dos trozos de esmeralda. A ellos me dirigí en primer lugar con la intención de salvarlos, como si fueran la llave hacia un mundo encantado que yo quería hacer revivir.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
A mi paso, en lugar de huellas, quedaban tan solo unas pequeñas hendiduras llenas de nada, y la gente ni siquiera se fijaba en esas huellas porque no puedes fijarte en lo que no se ve.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
«Solo piensas en la muerte cuando te mueres, Aleksy, solo cuando te mueres, y eso es una tontería, una inmensa tontería. Porque, en lugar de todos sus sueños, la muerte es lo más probable que va a sucederle a un individuo. De hecho, lo único que le va a suceder con toda certeza. Por eso, Aleksy, no hagas nunca las cosas a lo tonto pensando que tendrás tiempo de enderezarlas, porque no lo tendrás. El tiempo de después lo utilizarás para hacer más tonterías y para morir más deprisa»
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
(…) una decisión estúpida es producto de otra decisión estúpida. Una chaqueta fea y barata atrae más ropa fea y barata. Un sopapo perdonado acarreará un puñetazo y una mentira admitida se transformará en un cementerio de verdades.
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¿Con qué frase empieza esta novela?