El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
(…) quería estar en ese mismo instante con mi madre, teletransportarme, desaparecer —cualquier cosa—, pero estar junto a ella. Rebobinar ese verano como una cinta y volver al día en que vino —gorda y bajita— a recogerme en la escuela por su cumpleaños. Desodiarla y decirle que tenía unos ojos preciosos antes de que ella me lo preguntara.
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