Silvia Aliaga

Seré la Glinda de tu Elphaba. El Pigmalión de tu Galatea. El doctor Frankenstein de tu monstruo de Frankenstein.

Era más fácil conformarse con vivir atrapado si jamás habías sentido lo que era la libertad.

La mayor parte de la gente, cuando me mira, ni siquiera me ve. Solo ven lo que quieren ver. Llevo toda mi vida escuchando incesantemente lo perfecto que soy. Resulta curioso porque soy de todo menos perfecto. Soy un verdadero desastre en muchos aspectos, pero eso a la gente le da igual, porque ni siquiera se va a molestar en conocerme lo suficiente como para descubrirlo.

En ocasiones, para alcanzar lo inalcanzable el único camino posible implica un acto de fe y un salto al vacío.

Uno no deja de ver películas de dibujos animados porque crezca. Crece porque deja de ver películas de dibujo animados.

Deja de darle tanta importancia a lo que crees que debería estar pasando y concéntrate en lo que está pasando de verdad.

Quizá una instantánea no era suficiente para capturar todos los matices de alguien. Nadie tenía una sola canción favorita, al fin y al cabo.

Sin embargo, no todos los hombres malvados capaces de arruinar la vida de alguien son villanos terribles dotados de una inteligencia sobrehumana. En ocasiones, un hombre ordinario, avaricioso y cruel es capaz de producir el mismo efecto con unas simples palabras.

Me aterra no ser lo bastante bueno. Me aterra exponerme ante miles de personas. Pero lo que más me asusta es vivir siempre bajo una mascara y acabar encerrado en una jaula de oro.

Es tu casa. No importa lo que ocurra cuando regreses ni en quién te hayas convertido. Siempre estará aquí para ti.

Todo el mundo tiene una canción, un disco que compone la banda sonora de su vida, que siempre está ahí tanto en los buenos como en los malos momentos.

Somos nosotros, se nos da bien la teatralidad. Es una de las pocas cosas que se nos dan bien.

Me siento perfectamente capaz de hacerlo si sé que el mundo real me está esperando a la salida.

Tiene que ser por Winter Wonderland. El espíritu navideño me ha invadido en pleno noviembre y me hace querer ser mejor persona y ayudar a mis semejantes

—Jae, no seas cruel —dijo Hyunsoo con una sonrisa torcida que no presagiaba nada bueno—. ¿O debo recordarte los lagrimones que soltaste cuando Jan-Di se marcha al pueblo pesquero sin decirle nada a Gu Jun-pyo en Boys Over Flowers?
—¡Tú calla!

Quizás a estas alturas ya sepas lo suficiente sobre mí como para deducir que siempre había creído que sería un gran amor, como los de las películas y los libros, lo que acabaría dando sentido a mi vida. Un día llegaría mi príncipe azul montado en su blanco corcel y sacaría a relucir la mejor versión de mí misma. Y lo cierto es que tú, Jay, a quien he admirado por encima de cualquier otro chico, tenías todas las papeletas para convertirte en ese gran amor. Sabía que habría obstáculos en el camino, pero esa era parte de la historia. Porque ¿acaso no nos enseñan que el amor sin sufrimiento no es amor? Muchas chicas alrededor del mundo hemos llorado alguna vez desconsoladas, incapaces de encontrar ese gran romance que nos haga sentir que estamos volando. Buscando a Romeo, trepando por el balcón; al señor Darcy, arisco y frío, que en el fondo esconde un corazón de oro; o a Danny Zuko, que agita nuestras vidas en un mágico verano. Lo que la mayoría ignoramos es que el amor verdadero y los finales felices a menudo se esconden detrás de una carita sonriente dibujada en un vaso de cartón.

Vine a Corea con el único propósito de encontrarte a ti y he acabado por encontrarme a mí misma.

Se unió a él bajo las luces en el cielo, que aquella noche parecían brillar solo para ellos. Era hermoso estar vivo en aquel preciso instante.

Minwoo siempre había defendido que lo más importante en cualquier tipo de arte no era la forma, sino los sentimientos que despertaba.

Un mundo que había empezado girando en torno a un sol cegador y temible, al que casi dolía mirar directamente, como era Jay, pero que poco a poco se había ido apagando y dado paso a un vasto cielo lleno de estrellas, quizá mucho menos impresionantes, pero que a Paula le hacían mucho más feliz.