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De Seúl al cielo de Silvia Aliaga
Quizás a estas alturas ya sepas lo suficiente sobre mí como para deducir que siempre había creído que sería un gran amor, como los de las películas y los libros, lo que acabaría dando sentido a mi vida. Un día llegaría mi príncipe azul montado en su blanco corcel y sacaría a relucir la mejor versión de mí misma. Y lo cierto es que tú, Jay, a quien he admirado por encima de cualquier otro chico, tenías todas las papeletas para convertirte en ese gran amor. Sabía que habría obstáculos en el camino, pero esa era parte de la historia. Porque ¿acaso no nos enseñan que el amor sin sufrimiento no es amor? Muchas chicas alrededor del mundo hemos llorado alguna vez desconsoladas, incapaces de encontrar ese gran romance que nos haga sentir que estamos volando. Buscando a Romeo, trepando por el balcón; al señor Darcy, arisco y frío, que en el fondo esconde un corazón de oro; o a Danny Zuko, que agita nuestras vidas en un mágico verano. Lo que la mayoría ignoramos es que el amor verdadero y los finales felices a menudo se esconden detrás de una carita sonriente dibujada en un vaso de cartón.
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