Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Le gustaba la calefacción que la actividad física regala. «Cortar la leña me ahorra quemarla», decía. El remedio se comía al problema antes de que surgiera.
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Le gustaba la calefacción que la actividad física regala. «Cortar la leña me ahorra quemarla», decía. El remedio se comía al problema antes de que surgiera.
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Todo el tiempo les sonaba el móvil, que contestaban a gritos. Contaban siempre a través del teléfono lo bien que estaban en la soledad del campo, gran paradoja si los fines de semana se lo pasaban hablando con el exterior (página 148).
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Aquí coronaron otro de los ochomiles de su soplapollez. Cogerse una casa en el campo para venir a hacer vida rural y pillarse una chica era una cretinada de nuevo rico, de calzonazos de vida de mucho denuedo y mucho mérito...No es ilegal ir a pescar en esmoquín, pero es de ser de un retronormal subido.
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Si la falta de dinero es frustrante y provoca desvalimiento, entonces aquí estaba el desfrustrante descubrimiento de su desdesvalimiento.
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Media victoria es que el enemigo no sepa que tú lo eres suyo. Y victoria entera es que el enemigo no sepa ni siquiera que tú existes.
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Con su pobreza autosurtida compraría tiempo, porque pasaba ratos mucho mejores en el mercado de horas que en el de frutas y verduras. Aquel le ofrecía mejor producto.
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Con cada céntimo que dejaba de fabricar compraba un minuto de freática paz a estrenar. Le parecía muy barato.
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Llevaban la marca de la ropa tan a la vista que Manuel podía leer las letras desde el sobrado. Fuera de esto, iban muy rotulados de indumentaria, con mensajes que muchas veces resultaban de desconcertante desbarajuste. Había varios que tenían que sujetarse la barriga a pulso con las manos, y vestían camisetas de gimnasio. Sentían un potente horror al silencio. No sabían estar sin hacer ruido, como si necesitaran la constante confirmación de que estaban presentes allí y en ese momento. Si el miedo al silencio es de gente acobardada ante si mismo, estos vivían en el pasaje del terror.
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Acometía el día jubilado de todo y de todos, inmerso en su eutanasia social autoaplicada, con la certeza de que no se la había perdido absolutamente nada en absolutamente en ningún sitio, fuera de la cápsula en la que había aparecido como por ensalmo.
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
La carencia era su gran, saciante patrimonio. Se estaba instalando en una austeridad fiera en la que chapoteaba cada vez con mayor deleite, como quien se da a la gimnasia extrema y goza con la quema muscular, la falta de aliento y el dolor de plantas. Su apetito por la sobriedad empezaba a ser gula, y su amor por la pobreza empezaba a ser lujuria.
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Tostonazo de Santiago Lorenzo
Era la suya una impertinencia que él tomaba por sinceridad, forma de corrupción de la conducta muy frecuente entre personas que se sienten superiores pero que se intuyen inferiores, y con la que aspiran a nivelar sus decalajes.
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Le gustaba mucho manipular los palos quemaderos con las pinzas de tijera, dentro del hogar, para colocarlos donde mejor ardieran. «El fuego es el futbolín del solitario», decía.
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Me torturaba pensar que Manuel se consumía solo, con las ganas de personas que tuvo siempre.
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
La Mochufla era un compendio de imbecilidades diacrónicas, ridicultura en inflación y memeces seculares, un tesauro de carcomas biográficas y de jodique particularmente propio del tiempo vigesimoprimero D.C. A Manuel, La Mochufla le daba un asco espeluznante.
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Se había pasado la vida buscando el triunfo (amigos, novia) un tío que no quería triunfar. Por eso fracasaba. Fracasaba para su bien, que era lo que él quería: fracasar con la gente y que en consecuencia la gente se le fuera yendo.
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Era uno de esos críos a los que ahora llaman "niños de la llave". Sus padres, por trabajo o relaciones, nunca estaban en casa. Manuel llevaba la llave de su domicilio colgada al cuello, porque no tenía a nadie que se ocupara de él a la salida del colegio.
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
El domingo por la tarde se volvían a sus casas, con expresión de haber quedado transidos de naturaleza e imbuidos de experiencia agreste. Como quien se va de putas y vuelve creyéndose un conquistador.
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Se las daba de independiente porque salía a pasear sola. Volvía siempre con una foto de ella ante un paraje deshabitado, que enseñaba a todos. La titulaba con variaciones del lema DESCONECTANDO DEL MUNDO y la colgaba en internet. Con lo que conectaba a millones de mundianos
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Un problema sólo se da por arreglado cuando la situación se ha dejado mejor (no igual) .
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Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Todos somos candidatos a asquerosos. Pero puesto Manuel de espaldas a todo, de culo ante el mundo entero, no sería ilegítimo considerar que el verdadero asqueroso puro de toda esta feria fuera él. A muchos hombres y mujeres, el Manuel del exilio cerrado y ciego les resultaría un asocial, un indeseable. No un asqueroso más, sino el que más.
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¿Cuántas novelas hay en la serie Harry Potter?