Una antorcha en las tinieblas de Sabaa Tahir
(...) Laia está aovillada en el otro, con una mano en el brazalete, dormida profundamente. --Eres mi templo -murmuro mientras me arrodillo a su lado-. Eres mi sacerdote. Eres mi plegaria. Eres mi liberación. -- El abuelo me pondría mala cara por mancillar de esa manera su mantra. Pero me gusta más así. |