Cuentos completos de
Roald Dahl
Ahora que pienso en ello, ni una vez durante todo ese tiempo sentí calor, frío, hambre o sed. No sentí nada de eso. No sentí miedo porque sabía que no había nada que temer. No sentí preocupación porque no recordaba nada de lo que preocuparme, ni podía imaginar nada que me pudiera preocupar. No sentí deseos de hacer nada que no estuviese haciendo en ese momento ni de tener nada que no tuviese, porque no había nada que quisiera hacer o que quisiera tener. Sólo sentí el placer de estar donde estaba, de ver la maravillosa luz y el maravilloso color que me rodeaba.