Cuentos completos de Roald Dahl
—Sí, ha muerto—contestó el joven—. Si regresa a casa conmigo, la desenterraré para que lo compruebe usted mismo. —¿ A qué profundidad la has enterrado?—inquirió el médico. —A unos dos metros o algo más, creo. —Y ¿hace cuánto? —Pues unas ocho horas. —Entonces está muerta—anunció el médico—. |