Soledad voluntaria de Olivier Remaud
La palabra distingue a los individuos, mientras que el silencio los iguala.
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Soledad voluntaria de Olivier Remaud
La palabra distingue a los individuos, mientras que el silencio los iguala.
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Soledad voluntaria de Olivier Remaud
Knuth prefiere con mucho la inclemencia ártica al "complejo universo carcelario" de la "gran ciudad". Considera que la ciudad maniata a los ciudadanos. Los somete a unas obligaciones cuyo sentido han olvidado. Los transforma en esclavos del "tiempo libre" que se han ganado con el sudor de la frente.
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Pensar como un iceberg de Olivier Remaud
El continente es nuestro zócalo, la tierra que prolonga nuestros pensamientos. El océano es nuestro vínculo, el alma que teje y reteje nuestros recuerdos. Nosotras somos el continente y el océano es nosotras. Si ves flotar a nuestros hijos, es que están entrando en el universo donde deberían pensar como nosotras. No somos paisajes. Somos el pasado, el presente y el porvenir del mundo.
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Pensar como un iceberg de Olivier Remaud
Cualesquiera que sean las experiencias vividas, el mundo de hielo y de nieve altera las certidumbres. Descivilizan la mirada. Nadie puede hacer trampas con las convicciones, tampoco con los sentidos. Es la prueba de fuego. Cuando ya no distinguimos fondo y superficie, se nos ofrece una alternativa: la contemplación interior, el cuerpo a cuerpo con el hielo y el cielo, cuya imagen luminosa te penetra.
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Cuando las montañas bailan de Olivier Remaud
Somos incapaces de sentir algo ante un montón de piedras, somos insensibles a los recuerdos de una montaña, mantenemos nuestras emociones a raya, paralizados por efectos del lenguaje y de las costumbres sociales.
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Cuando las montañas bailan de Olivier Remaud
Hay que tomarse el tiempo de escuchar a la Tierra con todos sus matices. Si nos volviéramos más sensibles a la gama de sus expresiones, sin duda la habitaríamos con más ternura. Para cuidar de los suelos espesos que vibran bajo nuestros pies, para reconocer la importancia de la vida profunda y anticipar sus manifestaciones, nada sería mejor que unas nociones básicas sobre la politemporalidad de la Tierra.
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Cuando las montañas bailan de Olivier Remaud
Hacemos oídos sordos a las angustias del subsuelo, desatendemos la tristeza de la Tierra. Pero esta se inquieta al verse desestratificada, sufre con los profundos pinchazos que le administramos, no quiere que le arrebaten en su memoria, ni que le amputen las rocas de las que tanto dependen los seres vivos. Se irrita y a veces se rebela.
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Cuando las montañas bailan de Olivier Remaud
Más importante es reconocer que la Tierra no es propiedad de la mente humana y que los usos del lenguaje impiden captar sus expresiones sensibles. Entonces, el lenguaje tiende a convertir la naturaleza en un objeto de conocimiento abstracto o un decorado que nos limitamos a contemplar de lejos. Transforma la montaña en algo tristemente definible, un reino apartado de las dinámicas vivas, en un cuadro de isohípsas, una enorme curva de niveles o un espectáculo tan sublime como vacío.
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Cuando las montañas bailan de Olivier Remaud
Así pues, afirmar que la piedra está muda, o que carece de vida, supone cometer al menos dos errores: por un lado, obviamos el metabolismo propio de las rocas que se une al de otros seres (pensemos en los líquenes que se enganchan a ellas); por otro, negamos nuestra experiencia directa, nuestras percepciones que contienen ocasiones de encuentro con los elementos y todos los tiempos que albergan en su interior.
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Cuando las montañas bailan de Olivier Remaud
Desde un punto de vista geológico, las montañas vibran y oscilan sin cesar. Las ondas recorren el cuerpo soterrado de la Tierra. No lo notamos -salvo en caso de seísmos fuertes-, pero es un hecho que podríamos ir esforzándonos por imaginar. En ciertos lugares, subir siempre equivale a bajar un poco. Buceamos entre cumbres que son mares remotos, paseamos por fondos oceánicos desaparecidos. Los elementos flotan, los estratos se desplazan, todos los suelos son móviles. La tierra duda constantemente con el mar.
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Cuando las montañas bailan de Olivier Remaud
La tormenta nos hace sentir que la montaña es un lugar encantado por las antiguas presencias del océano. Goteamos con ella. El agua que cae del cielo despierta en los seres vivos el recuerdo de las rocas sumergidas. El mar es el gran fantasma de la montaña. Es una imagen superviviente que vaga desde sus entrañas hasta sus crestas.
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Cuando las montañas bailan de Olivier Remaud
Algunas experiencias involuntarias pueden ser muy instructivas. La tormenta hace hablar a la montaña, revela su interioridad compleja, caótica y carnal. Le da la vuelta como si fuera un guante y nos coloca en el corazón mismo de los elementos. Nos enseña su tumulto y exalta nuestros sentidos. Una tormenta de montaña no solo crea una suerte de acuerdo fisiológico interior. Teje una extraordinaria relación de reciprocidad entre el cuerpo y el lugar. Gracias a la tormenta, entramos en la sierra y esta nos desborda. Animados por una vida nueva, conectamos con lo esencial, los árboles, las rocas, la flora, las glaciaciones, los animales empapados, la lluvia. Este tipo de encuentro íntimo con la montaña es inefable. La experiencia es tan intensa que permanece mucho tiempo grabada en los recovecos de nuestra memoria. Y de pronto resurge, tan despierta como insistente, y exige ser narrada.
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Cuando las montañas bailan de Olivier Remaud
El guijarro que sostenemos entre las manos ha pasado por todos los estados de la Tierra. Igual que él hoy, vivimos en "un mundo que se mueve, fluye y se transforma, un mundo de océano y cielo, un mundo meteorológico". Nos insinuamos en los entramados fluidos de la realidad y evolucionamos en sus texturas potencialmente efímeras. Nos abrimos paso entre líneas movedizas.
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Cuando las montañas bailan de Olivier Remaud
En última instancia, las montañas no tienen nada de eterno. Como los icebergs, son efímeras y están abocadas a la desaparición. Un día, los efectos de la erosión y de su propio peso acabarán con ellas. El destino de una montaña es la penillanura, una superficie un poco ondulada, después de haber pasado por la meseta. No hay nada más temporal que una montaña. A ese respecto, la geología cuenta las cosas tal y como son, sin ambages: la eternidad propiamente dicha no existe, tan solo los ciclos de tiempo culminan su obra y solo podemos percibirlos poniéndolos en relación con otros ciclos de tiempo.
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Cuando las montañas bailan de Olivier Remaud
La Tierra es una goma de borrar que elimina huellas, pero deja otras tantas. Un animista geólogo diría que es una metapersona que escribe mensajes con tinta invisible.
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Cuando las montañas bailan de Olivier Remaud
¿Por qué deberíamos negarle a la piedra la facultad de significar?
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Cuando las montañas bailan de Olivier Remaud
Todo afloramiento es una advertencia, cualquier roca señala una dinámica mayor que sí misma, nuestro presente se nutre de los vestigios del pasado. Estas son las tres intuiciones de la geología científica. Mejor todavía: las piedras no son "sustantivos" sino "verbos", son pruebas visibles de procesos, testigos de historias locales que repercuten en dinámicas que operan a escala terrestre. Para Marcia Bjornerud, toda piedra posee un lenguaje y una gramática propios. Afirma que la Tierra es como un pergamino que conserva casi todos sus estratos pese a los huracanes, las inundaciones y los seísmos que revuelven, mezclan y amasan los sedimentos. La Tierra es un texto constantemente borrado, tachado, reescrito, que se construye por destrucción y restauración. En otras palabras: un auténtico "palimpsesto".
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Cuando las montañas bailan de Olivier Remaud
Ser geólogo consiste en interesarse por las esquirlas del pasado que brotan de los suelos y decoran la ladera de una montaña o cualquier otra forma prominente. Se aprende a leer un territorio a partir de sus fragmentos aparentes. Se intentan resolver los misterios de una historia subterránea mucho más vasta.
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Cuando las montañas bailan de Olivier Remaud
Todo el territorio lleva en su laminado las marcas de un pasado de la Tierra que nos agita y nos conmueve al recorrer sus caminos. La montaña está habitada por fantasmas que aparecen y que no son alucinaciones. El vértigo que se apodera de nosotros no es el mismo que el de las alturas. Es el de los tiempos espesos que bailan ante nuestros ojos.
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Cuando las montañas bailan de Olivier Remaud
La nieve es una capa suplementaria de historia natural. Aun siendo mucho más efímera que la de los subsuelos, produce la misma impresión en nosotros. Nos coloca en el vals de los tiempos que han pulido, modelado y transformado los relieves, pues actúa cada año de idéntica manera cubriendo paisajes y reconfigurando superficies. La nieve da vértigo. Reaviva a un tiempo nuestra fascinación por los espesores, los estratos y las profundidades de la tierra. Nos convierte en geólogos en ciernes: ¿qué hay bajo nuestros pies? ¿Se mueve como si estuviera al aire libre? ¿Hasta dónde se puede respirar? ¿Qué relaciones mantienen las formas del paisaje que vemos con los profundos subsuelos? Despierta nuestra impaciencia por saber lo que sucede ahí abajo.
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