Cuando las montañas bailan de Olivier Remaud
Y no obstante, pese a la imperfección del lenguaje, pese a sus fallos, la función de las palabras es también consolar. Recuperar una experiencia y comunicarla, transmitirla. No existen otras alternativas para resolver el problema de la separación. Es, me parece, una vocación esencial de la literatura -y del arte en general, sin duda, de todos los lenguajes artísticos- intentar vincularnos con experiencias concretas, en apariencia lejanas o extranjeras. [...] El lenguaje contiene, pues, una enorme paradoja: es síntoma de ruptura y herramienta de sutura.
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