Ntahan Englander
Al rumano le habían endilgado un oso esmirriado de segunda mano, que no bailaba ni se subía a una pelota ni gruñia con falsa ferocidad. Malacostumbrado a causa de una vida de posar con niños ante una cámara de larga exposición, el oso no obedecía más orden que la de sentarse. A partir de esto el rumano concibió un número. Disfrazaba al oso de soladado herido y tiraba de su compañero peludo por la pista, lanzando petardos e intercalando satíricos comentarios políticos. El público se descoyuntaba de risa. ¡Un número antológico! Visto el éxito, ingenió otros: el del bombero, el de los hilarantes hermanos siameses y -para exclusivo disfrute de los propios artistas del circo- el de la novia. Cuando el tren ascendía apuradamente por una cuesta, el rymano vestía la oso con un traje y un velo nupciales. Bajaba del vagón delantero con la novia en brazos y hacía ver que había perdido el tren que debía llevarlos a su luna de miel en las montañas. Los demás artistas prorrumpían en carcajadas al verlo correr junto a la vía, dirigiendo encarecidos ruegos al maquinista y tropezando con un descomunal reloj de bolsillo que llevaba atado a la muñeca y arrastraba por el suelo. Un hombre gracioso, aquel rumano. Y fuerte. Había que ser muy fuerte para correr cargado con un oso.
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