Si yo fuera un pingüino de Mónica Rodríguez Suárez
Me sentí terriblemente humillado. Más que cuando Telmo y Marcelo me obligaron a limpiar el suelo por el que pisaban. Odié a Celia, pero también, de una manera oscura y dolorosa, me alegré de que lo hubiera contado. Como si con esa confesión todos los pájaros negros de la culpa y de la humillación que habitaban en mi interior hubieran echado a volar, aliviándome repentinamente. Es difícil explicarlo. Y sin embargo, en aquel momento, la odiaba por contarlo.
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