Miguel De Cervantes
…entre el sí y el no de la mujer no me atrevería yo a poner una punta de alfiler, porque no cabría.
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Miguel De Cervantes
…entre el sí y el no de la mujer no me atrevería yo a poner una punta de alfiler, porque no cabría.
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Miguel De Cervantes
La Poesía, señor hidalgo, a mi parecer, es como una doncella tierna y de poca edad, y en todo extremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas […] Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio […] no se ha de dejar tratar de los truhanes, ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer ni estimar los tesoros que en ella se encierran. Y no penséis, señor, que yo llamo aquí vulgo solamente a la gente plebeya y humilde; que todo aquel que no sabe, aunque sea señor y príncipe, puede y debe entrar en número de vulgo; y así, el que con los requisitos que he dicho tratare y tuviere a la Poesía, será famoso y estimado su nombre en todas las naciones políticas del mundo. […] aun en esto puede haber yerro; porque, según es opinión verdadera, el poeta nace: quieren decir que del vientre de su madre el poeta natural sale poeta; y con aquella inclinación que le dio el cielo, sin más estudio ni artificio, compone cosas […] así que, mezcladas la naturaleza y el arte, y el arte con la naturaleza, sacarán un perfetísimo poeta. […] la pluma es lengua del alma…
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Miguel De Cervantes
Y como el Cura dijese que los libros de caballerías que don Quijote había leído le habían vuelto el juicio, dijo el ventero: -No sé yo cómo puede ser eso; que en verdad que, a lo que yo entiendo, no hay mejor letrado en el mundo, y que tengo ahí dos o tres dellos, con otros papeles, que verdaderamente me han dado la vida, no sólo a mí, sino a otros muchos; porque cuando es tiempo de la siega, se recogen aquí las fiestas muchos segadores, y siempre hay algunos que saben leer, el cual coge uno destos libros en las manos, y rodeámonos dél más de treinta, y estámosle escuchando con tanto gusto, que nos quita mil canas; a lo menos, de mí sé decir que cuando oyo decir aquellos furibundos y terribles golpes que los caballeros pegan, que me toma gana de hacer otro tanto, y que querría estar oyéndolos noches y días. -Y yo ni más ni menos -dijo la ventera-; porque nunca tengo buen rato en mi casa sino aquel que vos estáis escuchando leer; que estáis tan embobado, que no os acordáis de reñir por entonces. -Así es la verdad -dijo Maritornes; y a buena fe que yo también gusto mucho de oír aquellas cosas, que son muy lindas, y más cuando cuentan que se está la otra señora debajo de unos naranjos abrazada con su caballero, y que les está una dueña haciéndoles la guarda, muerta de envidia y con mucho sobresalto. Digo que todo esto es cosa de mieles. -Y a vos ¿qué os parece, señora doncella? -dijo el Cura, hablando con la hija del ventero. -No sé, señor, en mi ánima -respondió ella-; también yo lo escucho, y en verdad que, aunque no lo entiendo, que recibo gusto en oíllo; pero no gusto yo de los golpes de que mi padre gusta, sino de las lamentaciones que los caballeros hacen cuando están ausentes de sus señoras; que en verdad que algunas veces me hacen llorar de compasión que les tengo. […] -Ahora bien -dijo el Cura-, traedme, señor huésped, aquesos libros, que los quiero ver. -Que me place -respondió él. Y entrando en su aposento, sacó dél una maletilla vieja, cerrada con una cadenilla, y, abriéndola, halló en ella tres libros grandes y unos papeles de muy buena letra, escritos de mano. […] el cura le dijo: -Esperad, que quiero ver qué papeles son esos que de tan buena letra están escritos. Sacólos el huésped y dándoselos a leer, vio hasta obra de ocho pliegos escritos de mano, y al principio tenían un título grande que decía: Novela del curioso impertinente. Leyó el cura para sí tres o cuatro renglones, y dijo: -Cierto que no me parece mal el título desta novela, y que me viene voluntad de leella toda. A lo que respondió el ventero: -Pues bien puede leella su reverencia, porque le hago saber que a algunos huéspedes que aquí la han leído les ha contentado mucho, y me la han pedido con muchas veras; mas yo no se la he querido dar, pensando volvérsela a quien aquí dejó esta maleta olvidada con estos libros y esos papeles; que bien puede ser que vuelva su dueño por aquí algún tiempo, y aunque sé que me han de hacer falta los libros, a fe que se los he de volver; que, aunque ventero, todavía soy cristiano. […] Mientras los dos esto decían, había tomado Cardenio la novela y comenzado a leer en ella; y pareciéndole lo mismo que al Cura, le rogó que la leyese de modo que todos la oyesen. -Sí leyera -dijo el Cura-, si no fuera mejor gastar este tiempo en dormir que en leer. -Harto reposo será para mí -dijo Dorotea- entretener el tiempo oyendo algún cuento, pues aún no tengo el espíritu tan sosegado que me conceda dormir cuando fuera razón. -Pues desa manera -dijo el Cura-, quiero leerla, por curiosidad siquiera: quizá tendrá alguna de gusto. Acudió maese Nicolás a rogarle lo mesmo, y Sancho también; lo cual visto del cura, y entendiendo que a todos daría gusto y él le recibiría, dijo: -Pues así es, esténme todos atentos; que la novela comienza desta manera… + Leer más |
El celoso extremeño de Miguel De Cervantes
Quisiera tener a quien dejar sus bienes después de sus días, y con este deseo tomaba el pulso a su fortaleza, y parecíale que aún podía llevar la carga del matrimonio; y, en viniéndole este pensamiento, le sobresaltaba un tan gran miedo, que así se le desbarataba y deshacía como hace a la niebla el viento; porque su natural condición era el más celosos hombre del mundo, aun sin estar casado, pues solo con la imaginación de serlo se comenzaba a ofender los celos, a fatigar las sospechas y a sobresaltar las imaginaciones; y esto con tanta eficacia y vehemencia, que de todo en todo propuso de no casarse.
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La Ilustre Fregona de Miguel De Cervantes
[...]Tomó el dinero y consoló a Tomás, diciéndole que él tenía personas en Toledo de tal calidad que valían mucho con la justicia, espeialmente una señora monja, parienta del Corregidor, que le mandaba con el pie, y que una lavandera del monasterio de la tal monja tenía una hija que era grandísima amiga de una hermana de un fraile muy familiar y conocido del confesor de la dicha monja, la cual lavandera lavaba la ropa en casa. - Y como ésta pida a su hija, que sí pedirá, hable a la hermana del fraile que hable a su hermano que hable al confesor, y el confesor a la monja y la monja guste de dar un billete (que será cosa fácil) para el Corregidor, donde le pida encarecidamente mire por el negocio de Toledo, sin duda alguna se podrá esperar buen suceso... |
Don Quijote de la Mancha de Miguel De Cervantes
Sábete Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro
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Don Quijote de la Mancha de Miguel De Cervantes
Los historiadores que de mentiras se valen habían de ser quemados como los que hacen moneda falsa.
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Don Quijote de la Mancha de Miguel De Cervantes
La senda de la virtud es muy estrecha, y el camino del vicio, ancho y espacioso.
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Don Quijote de la Mancha de Miguel De Cervantes
Uno de los efectos del miedo esturbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son.
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Don Quijote de la Mancha de Miguel De Cervantes
No le des importancia al resultado, valora el esfuerzo.
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Don Quijote de la Mancha de Miguel De Cervantes
Me moriré de viejo y no acabaré de comprender al animal bípedo que llaman hombre, cada individuo es una variedad de su especie.
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Don Quijote de la Mancha de Miguel De Cervantes
No cargues todo el rigor de la ley al delincuente; que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo.
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Don Quijote de la Mancha de Miguel De Cervantes
La falsedad tiene alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose, de modo que cuando las gentes se dan cuenta del engaño ya es demasiado tarde.
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Don Quijote de la Mancha de Miguel De Cervantes
La abundancia de las cosas, aunque sean buenas, hace que no se estimen, y la carestía son de las malas se estima en algo.
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Don Quijote de la Mancha de Miguel De Cervantes
No hay refrán que no sea cierto, porque todos son hijos de la experiencia, la madre de todas las ciencias.
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Don Quijote de la Mancha de Miguel De Cervantes
De los mayores pecados que comete el hombre la soberbia es el mayor dicen algunos, pero el desagradecimiento es mayor, digo yo.
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Don Quijote de la Mancha de Miguel De Cervantes
Sabe más el tonto en su casa que el sabio en la ajena.
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Don Quijote de la Mancha de Miguel De Cervantes
Nunca o muy pocas veces se consigue una ambición sin hacer daño a terceros.
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Don Quijote de la Mancha de Miguel De Cervantes
No hay memoria que el tiempo no acabe, ni dolor que la muerte no consuma.
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Gregorio Samsa es un ...