El ensayista, confeso antimoderno, traza el mapa de un mundo que se cae a pedazos en su último libro, “El derecho a disentir”.
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El ensayista, confeso antimoderno, traza el mapa de un mundo que se cae a pedazos en su último libro, “El derecho a disentir”.
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Qué difícil se me hace escribir la reseña de este libro. Tan pronto me han encandilado sus páginas como he sentido contrariado por ellas. La erudición y la cultura de Mauricio Wiesenthal es abrumadora. Parece imposible hacer tantas cosas, haber vivido y viajado a tantos lugares y conocer a tantas personalides como lo ha hecho él en una sola vida. Continuas referencias a lugares y a autores, sobre todo Goethe, Nietzsche, Zweig y Rilke, que abren un abanico enorme de posibilidades de ramificación de la lectura. El autor retrata en el libro pintorescos pueblos centroeuropeos, bucólicos paisajes bañados por ríos de agua clara y cafés en los que artistas e intelectuales son clientes asiduos. Un cuadro de una vieja Europa culta que veneraba a los antiguos sabios clásicos y que ha desaparecido con el turismo de masas, la aparición de los mass media y las redes sociales. Pero sobre todo a causa de revoluciones de burgueses universitarios que lanzaban adoquines a la policía en el 68 y, remontando más en el tiempo, de la destrucción sin construcción que causó la Revolución Francesa sin preocuparse de mantener lo que el autor cree que se debería haber mantenido. Y como causa suprema de los males intelectuales que se abaten sobre Europa, el abandono del espíritu judeocristiano que ha sido base y fundamento de nuestra cultura y el predominio del materialismo filosófico que equipara razón con dogmatismo. No voy a ser yo el que le enmiende la plana al señor Wiesenthal, ¡Dios me libre! Solo soy un simple operario con insaciable hambre de saber y una desmedida afición a la lectura que, por otra parte, mi cotidianeidad me impide satisfacer tanto como me gustaría. Y estoy convencidísimo de que si el autor leyera esta reseña me dejaría a la altura del betún. Lo que si puedo es opinar con toda la humildad y con todo el miedo de meter la pata ante obras de autores con un bagaje cultural e intelectual al que solo puedo aspirar en sueños. Pero es que hay cosas que no me cuadran. No me acabo de creer al Sr. Wiesenthal cuando se describe como una persona que ha pasado dificultades. Ha viajado por toda Europa y la mitad del resto del mundo, se ha alojado en cientos de hoteles, ha visitado los mejores cafés y ha conocido a lo más granado de la intelectualidad europea. Además, ha sido profesor universitario, escritor, enólogo y no sé cuántas cosas más. Y todo ello, dice él, trabajando duro, mal cobrando sus escritos, sacando agua de los pozos y cultivando vides. Y lo que pienso es que, a pesar de tener razón en muchas cosas, el Sr. Wiesenthal no se da cuenta de que ha sido un privilegiado. Que la meritocracia existe en un contadisimo número de casos porque la mayoría de veces no tenemos en cuenta los condicionantes previos. Y que el trabajo en el campo, el trabajo de verdad, no tiene nada de bucólico ni de imagen de cuadro pastoral. Los que no hemos viajado en el maravilloso Orient Express quizás es porque no hemos podido y sí, el turismo es una plaga, pero por otra parte, ¿es mejor que la posibilidad de viajar a lugares fantásticos como Venecia, París o Roma quede restringida a ilustradas clases privilegiadas que sabrán, ellas sí, apreciar los recónditos rincones de esas bellas ciudades y podrán disfrutar de sus parques, paseos y cafés sin tener que aguantar a las hordas de gente normal molestando? Señor Wiesenthal, si con lo que le pagaban apenas podía permitirse un menú en el bar, lo que hace la gente que de verdad pasa dificultades es, precisamente, no comer en el bar. Ese pedestal desde el que parece escribir y el elitismo del que hace gala convierte su crítica en injusta. En fin, que sí, que el abandono de una educación humanista no nos hace ningún favor. Que el olvido de las enseñanzas clásicas y la depreciación de la belleza y de todo aquello que, aunque inútil, inunda y sacia el espíritu en aras de lo rentable y de lo útil es síntoma de decadencia y de desagradecimiento. Pero ya es una tradición milenaria pensar que la sociedad ideal ocurrió siempre antes que la nuestra. Hay que tener un poco de cuidado y delicadeza a la hora de hacer esas críticas. No todos hemos sido hijos de catedráticos que nos han abierto las puertas a una educación exquisita y que nos han permitido viajar por el mundo alojándonos en los mejores hoteles. No nos engañe aseverando que nunca ha poseído casa en propiedad para, algunas páginas más tarde decir que desde el S. XVI su familia guardaba un Durero en casa. Tiene todo el derecho del mundo a oponerse a esta modernidad homogenizadora que está erosionando nuestras identidades seculares. Es justísimo recordar a aquellos grandes genios que nos precedieron y que pusieron los cimientos de una cultura ilustrada en la vieja Europa sobre la que hemos edificado un modo de vivir que, a pesar de todo, es la mejor que conocemos hasta la fecha. Pero esas críticas no pueden hacerse por medio de boutades efectistas y de berrinches de abuelo cebolleta. Porque la mayoría no hemos podido hacernos con un bagaje como el suyo. Con la Revolución Francesa llegó el Terror. Pero ¿qué hubiera pasado sin Revolución Francesa? Me da la sensación que el el autor está "demasiado" seguro de sus afirmaciones. No duda. Y no me gusta la gente que no duda. Ya lo decía, precisamente, Nietzsche: "Toda convicción es una carcel" + Leer más |
Esto no es un libelo nacionalista español (si es que eso es posible) ni un alegato de exaltación patriotera. La hispanibundia, por el contrario, es un espejo que nos pone frente a nuestras contradicciones...
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El escritor barcelonés de ascendencia germana propone en «La hispanibundia» un recorrido por la historia y lugares comunes de España pero sin perder de vista el horizonte europeo en el que tanto ha ahondado en obras anteriores.
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En «La hispanibundia» , el escritor y profesor de la Historia de la Cultura compone un provocador «retrato español de familia».
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El autor, el escritor Mauricio Wiesenthal, fue profesor de Historia de la Cultura y conferenciante en distintas universidades. Ha escrito novela y entre su obra destacan diferentes ensayos. "Orient- Express. El tren de Europa" se trata de una versión renovada de un libro que sobre el famoso tren el autor escribió en su juventud. El libro descubre al lector interesantes secretos del legendario tren que tan famoso hiciera Agatha Christie en la que sin duda es una de sus mejores novelas, "Asesinato en el Orient Express". Aunque uno no haya conocido este mítico tren que unió París con Estambul desde su inauguración en 1883 hasta 2009 en que realizó su último viaje, la lectura causa en el lector un halo de nostalgia y un sentimiento de tristeza. Fue considerado uno de los trenes más lujosos del mundo, de manera que en él viajaron multitud de celebridades y por sus vagones pasaron personajes como Stephan Zweig, Marlene Dietrich, Maria Callas o Graham Green, así como personas pertenecientes a la aristocracia y la realeza. De la mano de todas esas personalidades el lector recorrerá diversas ciudades como Viena, Budapest o Estambul y descubrirá todo tipo de anécdotas, que van desde una corriente historia de amor hasta crímenes no exentos de misterio. El autor se refiere al tren como “el tren de los románticos” y lo hace, en mi opinión, en el sentido más amplio de la palabra y no referido tan solo al amor romántico de pareja, sino al romanticismo entendido como la belleza o el esplendor de lo que fue y ya nunca volverá. El libro sin duda resultará de lo más interesante para aquellos curiosos a los que les guste saber de todo; para los que sientan fascinación por el tren más famoso de la historia del cine y la literatura (entre los que me incluyo), su lectura se vuelve imprescindible. Enlace: http://elsindromedetsundoku... + Leer más |
Es realmente una feliz –felicísima diría yo– circunstancia, encontrarse con esta pequeña joya entre las manos. A medio camino entre el ensayo y el libro de memorias, conjugando a partes iguales la nostalgia por un tiempo ya definitivamente desaparecido y el amor al lujo –entendido éste no como la ostentación gratuita y sin sentido sino como el disfrute de los pequeños detalles, del buen gusto, del bienestar–, Mauricio Wiesenthal ha escrito un excelente libro sobre el Orient-Express, el famoso tren que durante décadas reinó por derecho propio entre los medios de transporte que permitían viajar de una punta a otra del continente. Un libro que quiere ser también un homenaje sincero y sentido a una Europa que fue y de la que apenas queda nada. El resultado es un libro redondo cuyos personajes son los viajeros que atravesaban grandes territorios en vagones que eran un fiel reflejo de aquella Belle Époque que desaparecería décadas más tarde con la llegada del convulso siglo XX, sus guerras, dictaduras y demás. Un homenaje igualmente a las personas que hacían posible ese sueño que fue el Orient-Express, maquinistas, fogoneros, camareros, cocineros, gentes cuya profesionalidad y buen hacer eran su mejor carta de presentación. Se trata de un libro escrito desde la erudición de los grandes escritores de la tradición europea, esa que tanto nos gusta. Por sus páginas aparecen referencias constantes a la vida cultural de entonces y sus principales representantes en todos los campos: la música, el cine, las artes plásticas, la literatura, la ciencia… El autor describe multitud de historias a la manera como nos contaban nuestros mayores, amores, desamores, traiciones, huidas desesperadas, historias de amantes, de espías, personajes excéntricos, amantes del arte, de la buena cocina y los pequeños placeres de la vida, por estas páginas se dan la mano personajes tales como Colette y Proust, Sarah Bernhardt y Agatha Christie, Josephine Baker y la Bella Otero, Isadora Duncan y Coco Chanel, Blasco Ibáñez y Graham Greene, Wilde, Zweig, Freud, Diaghilev, Mahler, Debussy, la realeza del momento, Isaac Peral y hasta el loco de Szilveszter Matuska… Más allá de lo anecdótico, este libro no es solo una reivindicación del tren como medio de transporte tradicional frente a otras modernidades como el avión y el coche, que obligan al viajero a la inmovilidad frente a la comodidad y libertad de tránsito de aquel, sino que además es una reivindicación de este medio, y en concreto del Orient-Express, como representante de toda una tradición cultural y así mismo de una actitud ante la vida. La vida concebida con lentitud frente a la prisa actual –en sus inicios era necesario invertir días en alcanzar destinos que hoy recorremos en escasas horas y que transforman nuestra experiencia viajera–; la vida como acumulación de experiencias sensoriales que requieren tiempo y pausa para ser disfrutadas –el autor describe con deleite los exquisitos platos que se preparaban en las cocinas del Orient-Express: ostras de Marennes, pularda imperial, velouté de langosta, trucha a la Chambord, patatas dauphine, mantequilla de Isigny, codornices asadas, vinos olorosos…–; así mismo reivindica el valor del trabajo manual frente a la producción en cadena, impersonal y utilitaria –Wiesenthal describe cada detalle decorativo de los vagones, las marqueterías de maderas nobles decoradas con exquisitos relieves hechos a mano, las sábanas de hilo en las camas de los compartimentos, el terciopelo prensado de los asientos y los sillones, la vajilla de fina factura…–. Eran otros tiempos y otra forma de viajar. El viajero de los siglos XIX y XX ha dado paso al turista del siglo XXI. Es cierto que este tren sigue circulando en la actualidad pero el contexto es otro y la intención también. Lo que antaño fue un medio de transporte lujoso ideado para cubrir grandes distancias (de Londres a Estambul, pasando por París, Viena, Milán, Venecia, Rumanía) hoy día, con las múltiples opciones disponibles –que hasta se puede viajar a la luna en cohete espacial– es quizá una reliquia del pasado, un reclamo turístico más, eso sí, solo apto para bolsillos holgados. Conviene añadir, por si no se ha adivinado ya, que se trata de un libro entretenidísimo, de esos que se disfrutan desde la primera página hasta la última, sin excepción. Un libro para leer y releer. Un libro que nos lleva de una historia a otra sin descanso, sin paradas, ni falta que hace porque estas historias crean adicción, no cansan, abrir las páginas de este libro es como ir al cine a ver una buena película, excitado por la perspectiva de unas horas de disfrute en las que sólo hay que arrellanarse en el sillón y dejarse llevar… Ya lo adelantamos al principio: este libro es una pequeña joya, una muestra más del buen oficio al que ya nos tiene acostumbrados esta editorial. No se puede pedir más a cambio de tan poco. Y aquí lo dejamos porque el tiempo apremia, imaginemos un andén cualquiera en la Gare de Lyon a comienzos del siglo pasado, baúles, viajeros, jefes de estación, guardavías, despedidas, abrazos y promesas de carta… os invito a subiros a este tren y a dejaros llevar por el traqueteo… en voiture, s'il vous plait! + Leer más |
Debo confesar que cuando empecé a leer este libro, esperaba otro tipo de lectura. Sin embargo, creo que conforme avanzaba me adentraba cada vez más en la historia/ensayo que nos cuenta el autor. El Orient Express ha sido un tren muy icónico, que yo conocía gracias a la literatura, hay muchos libros en los que es un elemento importante (Como en el de Agatha Christie, Asesinato en el Orient Expréss), o que se basan en él para añadirlo a la trama, y eso ha provocado que para mí sea un tren que siento como conocido. También por eso me ha parecido un libro que invita a la añoranza y te traslada a otro tiempo. Su autor se ha documentado muy bien, y eso hace más real la vivencia. Eso sí, no podemos esperar en este libro una historia al uso. Por lo que lo recomendaría a personas a las que les interesen mucho los trenes, o al menos, este tren en particular. Enlace: https://www.instagram.com/ne.. |
Tengo que decir, que desde el principio no le encontré sentido, porque daba saltos de un lado a otro y mencionaba otras cosas que nada tenía que ver con el tren. También, añadir que, la sinopsis me llevó a un gran error y es que dice que «Crea un relato vivido y evocador» y de eso nada. Es puro ensayo narrado por el propio autor. Eso me llevó a pensar que eran relatos de personajes e historias que han ocurrido en el orient-express y sí, hay pequeños fragmentos, pero todo lo demás ensayo. Esto terminó en que no entendía absolutamente nada, tenía que releer mil veces para saber que sucedía o para situarme en el tiempo. Como he dicho antes, iba de un lado a otro saltando del orient-express a otras cosas que nada tenían que ver y eso me confundía aún más. No digo que el libro sea malo, o que el autor lo sea también, no. Estoy segura de que a quien le guste el ensayo puede gustarle el libro. Solo digo que, yo me hice otras expectativas por la sinopsis y me ha terminado decepcionando bastante. Está claro que el libro no era para mí. Como siempre digo, esta es mi opinión sincera, pero la hago desde el respeto. Mi opinión es eso, una opinión y por ello a otra persona le puede parecer todo lo contrario y será igual de respetada por mi parte, así que espero que la mía también se respete. + Leer más |
Teniendo como hilo conductor el famoso tren, cuenta anécdotas de personajes famosos de la cultura, de la historia, gente de la alta sociedad que se dedicaba a viajar por toda Europa , mezclado con recuerdos recuerdos propios,... todo ello con el estilo barroco y preciosista del autor que en mi opinión peca de ser un poco clasista, ya que se jacta de pertenecer a esa clase de viajero romántico que describe, apegado al lujo al que solo la gente pudiente puede aspirar... Dejando a un lado esta pequeña crítica, es un libro exquisito, una lectura reposada y para leer con calma. |
¿En que trabaja Kote?