Vacaciones en el infierno de Libba Bray
No es más que historia de Francia -dijo él- Te la enseñan de niño. Pero siempre me ha dejado clara una cosa: cualquiera es capaz de matar. Cualquiera. Muchos revolucionarios afirmaban que mataban para ser libres; pero eso no explica la crueldad de las turbas... La gente que asaltaba las viviendas, que arrastraba hasta las calles a personas aterrorizadas y les arrancaba la carne: las lavanderas que pedían sangre a gritos, junto a la guillotina. Eran personas corrientes, ciudadanos normales. Lo llamaban el espíritu revolucionario. Nunca fue el espíritu revolucionario. Era el espíritu criminal.
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