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Carcoma de Layla Martínez
[…] pero yo la mentira también puedo verla, es como una mancha amarilla en el fondo de los ojos.
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Carcoma de Layla Martínez
Cuando una está sola y es pobre no puede permitirse aprender la misma lección dos veces […].
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Carcoma de Layla Martínez
Solo conservó el armario, los susurros que salían de su interior la hacían sentir acompañada.
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Carcoma de Layla Martínez
Duérmete, vida mía, duerme sin pena, que a los pies de la cuna tu madre vela. Duérmete niño de cuña, duérmete niño de amor, que a los pies tienes la luna y a la cabecera el sol.
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Carcoma de Layla Martínez
Si mi madre había pensado que era mejor que las demás, mi padre le bajó la soberbia a golpes.
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Carcoma de Layla Martínez
Felisa no creyó a mi padre pero quiso creerlo, y al final esas dos cosas se parecen mucho.
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Carcoma de Layla Martínez
A los señores también los odiaba, aunque de otra manera. No porque le recordasen lo que era, sino porque le hacían pensar en lo que nunca sería.
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Carcoma de Layla Martínez
[…] sabía que le pedía a Santa Bárbara decapitada por su padre en la cima de la montaña a Santa Cecilia bañada en agua hirviendo a Santa María Goretti asesinads mientras intentaban violarla a todas las santitas muertas a manos de hombres rabiosos.
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Carcoma de Layla Martínez
[…] que no sería la primera vez que se caía o se tiraba, que para el caso tanto daba porque se iba a quedar impedida o idiota como siguiese haciéndolo.
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Carcoma de Layla Martínez
En esta casa no se hereda dinero ni anillos de oro ni sabanas bordadas con las iniciales, aquí lo que nos dejan los muertos son las camas y el resentimiento.
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Carcoma de Layla Martínez
Yo prefería su odio a su indiferencia porque si te van a despreciar mejor que tengan motivos, pero lo primero da muchos más problemas que lo segundo.
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Carcoma de Layla Martínez
Mi madre nunca había sido otra cosa que una adolescente en una fotografía vieja o un juramento en la boca de mi abuela, ni siquiera un vacío porque para eso tienes que tener donde hacer hoyo pero ahora volvía como si nunca hubiese desaparecido o como si hubiese desaparecido todos los días y todos los días hubiésemos tenido que sentir el desgarro dentro y ahí yo sí que empecé a notar el huequito el huequito el huequito.
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Carcoma de Layla Martínez
A la mañana siguiente me despertó el ruido de la verja delantera. Pensé que la vieja habría salido pronto de casa pero cuando me incorporé vi que todavía estaba en la cama. Me levanté para mirar por la ventana. Casi nadie viene nunca a la casa y menos a esas horas porque esas horas son las del arrepentimiento o las de la esperanza pero no las de la angustia, a esas horas te remuerdes por la noche de antes o te ilusionas por la mañana que sigue pero todavía no se te ha agarrado el día al pecho, para eso todavía queda un poco no mucho pero un poco.
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Carcoma de Layla Martínez
A mí me da igual que piensen que estoy loca o que soy idiota pero que me tengan lástima eso no, eso sí que no, que no he hecho todo lo que he hecho para que ahora cualquier mugriento me tenga pena.
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Carcoma de Layla Martínez
En esta casa no se hereda dinero ni anillos de oro ni sábanas bordadas con las iniciales, aquí lo que nos dejan los muertos son las camas y el resentimiento. La mala sangre y un sitio para echarte a la noche, eso es lo único que puede ser heredar en esta casa.
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Carcoma de Layla Martínez
La vieja tiene razón cuando dice que en esta casa se nos come la rabia, pero no es porque nazcamos con algo torcido dentro. Se nos va torciendo luego, poco a poco, de apretar los dientes.
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¿En qué época se desarrolla la historia?