El autor Juan Ramón Jiménez evoca la figura de platero, un burrito que acompañó sus horas de recogimiento y soledad durante su permanencia en Moguer. Siempre de la mano del burro, o a caballo sobre el, el poeta conversa con platero familiarmente. El libro tiene un tono coloquial. Hay citas tormentosas en que “el terrible cielo bajo ahoga el amanecer, el amor se para… y tiembla la culpa… entonces, ¡que será de platero tan solo allá en la indefensa cuadra del corral? Un lenguaje casi infantil nos conduce a momentos a instantes de angustia, como la muerte repentina del burro: “la barriguilla de algodón se le había hinchado como el mundo; y sus patas, rígidas y descoloridas, se elevan al cielo. Parecía su pelo rizoso ese pelo de estopa apolillada de las muñecas viejas, que se cae, al pasarle la vuelta al paraíso perdido de la inocencia del mundo”. |