Plástico cruel de José Sbarra
- ... Sos un regalo muy caro envuelto en papel de diario. -Supongo que en tu estilo eso es un elogio. |
Plástico cruel de José Sbarra
- ... Sos un regalo muy caro envuelto en papel de diario. -Supongo que en tu estilo eso es un elogio. |
Aleana de José Sbarra
—¿Y nosotros?, ¿qué parte somos de la sociedad? Valerio hizo un gesto de adhesión a mi interrogante. Patricio se encogió de hombros, tomó aire y respondió: —La del margen. Sí, estamos al costado del mundo, somos los marginados, nos pueden borronear o tachar cuando se les antoje. Debemos vivir siempre con un ojo vigilando la turbulencia de la sociedad y arreglarnos con el otro ojo para nuestra vida interior. Debemos andar descuartizados, con la mitad de nosotros alerta para asegurarnos la supervivencia y la otra mitad tiene que alcanzarnos para creer e intentar amar, pese a todo. Somos tres marginados |
Plástico cruel de José Sbarra
La mitad de la humanidad huele a cadáver y la otra mitad a desodorante de ambiente. -¿Y en qué mitad se incluye Axel, el cerdo?" -En ninguna, yo huelo a mugre llena de vida.
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Aleana de José Sbarra
Pero siempre regreso a casa sola. Es el instante más cruel: mirar la casa oscura, deshabitada y sentir a mis espaldas la vida llenando los teatros, los cines, las confiterías, los restaurantes, las avenidas, las casas donde convive mucha gente… Sí, ése es el instante verdaderamente más insoportable. Es el momento en que siento que, como siempre, la libertad de elegir me sigue estando negada. Tengo una sola opción (que es lo mismo que decir ninguna): sacar la llave y abrir esa puerta que me protege de posibles ladrones, de posibles asesinos, pero que me condena a la soledad.
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Aleana de José Sbarra
Cambian los paisajes, cambian los nombres de las cosas, cambian los años; pero por dentro todo continúa igual. El dolor no se distrae; lo que ya vivimos no se puede modificar, y somos lo que hemos vivido, pues lo que podríamos vivir es siempre una ilusión que nunca se alcanza.
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Aleana de José Sbarra
Y he sido la madre del pueblo el día que no pude defenderme y el grupo de los bravos del barrio Podestá me atrapó una tarde siniestra e imborrable. La tarde en que conocí el sexo y el amor apretados al odio, rodeados por el odio. El amor embarrado de odio, de asombro y de espanto. Y he sido la madre del pueblo cuando al caer la noche, a escondidas, arrancaba pasto para limpiarme la sangre que se me pegoteaba por las piernas. Y he sido la madre de todos esos muchachos ansiosos que se agitaron sobre mí esa tarde feroz detrás del cementerio
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¿En qué año se publicó?