Asombro y desencanto de Jorge Bustos Tauler
Se me ocurre que el antigermanismo del francés, tantas veces testado con sangre, significa repugnancia a la fuerza bruta, al vitalismo sin encauzar del bárbaro. En el mejor de los casos el chovinismo galo no es tanto un nativismo, un orgullo nacido de la contemplación del paisaje o de la blanca jeta del compadre de tribu. Nace más bien de la contemplación de su propia obra civilizatoria. Es un engreimiento cultural, y por ello más disculpable. También es verdad que el francés no se enfada nunca, pero cuando se enfada es más desagradable que ningún europeo.
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