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Las armas de la luz de Jesús Sánchez Adalid
Acabará haciendo lo mismo que su padre, el loco de mi tío Cabreta, que abandonó a su mujer y sus hijos, para buscar, según decía, la salvación de su alma.
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Las armas de la luz de Jesús Sánchez Adalid
Acabará haciendo lo mismo que su padre, el loco de mi tío Cabreta, que abandonó a su mujer y sus hijos, para buscar, según decía, la salvación de su alma.
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Las armas de la luz de Jesús Sánchez Adalid
Cuando uno empieza a sentirse maduro, empieza a amar más el silencio.
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Las armas de la luz de Jesús Sánchez Adalid
¿ De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si pierde su alma?
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El cautivo de Jesús Sánchez Adalid
-Mira, Monroy -dijo, con sus azules ojos muy abiertos y haciendo expresivos gestos con los dedos-, los reinos funcionan de esta manera: el rey y sus cortes gobiernan y dictan leyes en el nombre de nuestro Dios, pues hacen las veces dél en la Tierra; los sacerdotes contribuyen al bienestar del reino con sus oraciones; la Santa Hermandad y la alguacilería cuida del orden; el hombre llano, esto es, campesinos, propietarios de tierras de labranza y ganaderos, sustentan el reino con los productos de su trabajo; y el ejército lo defiende de los enemigos con las armas. ¿Comprendes? Ese es el orden del mundo y no hay otro. Resulta que esas buenas y pacíficas gentes, alas que hemos revisado las vituallas, pueden estar en sus tierras y dedicarse a sus labores gracias a que los soldados dan la vida para que haya paz. ¿Que sería del reino sin el ejército?... ¡Nadie podría trabajar!...¡Ni vivir! Así que deben contribuir a sostenernos, pues, dedicados nosotros a las armas, no podemos ganarnos el sustento.
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El Mozárabe de Jesús Sánchez Adalid
Recorrieron de nuevo los laberínticos callejones y las plazas. Estaba atardeciendo. Acaso por efecto del vino, todo parecía dulce y espeso: la llamada a la oración de la tarde, el suave calor que desprendían los edificios de piedra, el aroma de los arrayanes.
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El alma de la ciudad de Jesús Sánchez Adalid
Las ciudades no son piedras puestas unas encima de otras para guardar a la gente. Las ciudades tienen su alma y su auténtico destino. Toman el espíritu de sus moradores.
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Alcazaba de Jesús Sánchez Adalid
-Destruiré aquella Mérida orgullosa y rebelde. [...] Iré allá con mi ejército y desharé sus murallas contumaces; ¡a cenizas y polvo las reduciré! [...] Mis poetas cantarán nuestra victoria y mis herederos pasearán por las ruinas de la inmodesta ciudad, convertida en soledad humillada, enterrada, que nunca más alzará la cabeza. Porque ya solo habrá allí desolación y piedras ... ¡Piedras enterradas! ¡Enterradas para siempre! |
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El cautivo de Jesús Sánchez Adalid
-¿Vas a casarte finalmente con ese caballero toledano? -le pregunté. -¿Qué he de hacer si no? -contestó resignada -. Tú te debed ahora a tus armas y yo... Algo oficio de las mujeres... ¡Ay, qué vida esta! -¿Serás feliz? ¿Lo serás tú? |
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