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El castillo de Otranto de Horace Walpole
Ella no sabe nada acerca de sus terribles deseos, y no quería otra cosa que no fuera ponerla a usted sobre aviso. Ya vio usted con qué mansedumbre, con qué amor, la princesa escuchó y después se negó a seguir escudando hasta qué punto era grande la culpa de su señor. Estoy seguro de que muere por abrazarlo y brindarle la seguridad de su regazo.
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El castillo de Otranto de Horace Walpole
¡Me sorprende tu lenguaje! Sé que eres temperamental, pero nunca te había visto cometer un desliz semajante ...
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El castillo de Otranto de Horace Walpole
Defiendes su causa con muchísimo patetismo, si consideramos que apenas lo conoces.
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El castillo de Otranto de Horace Walpole
Tu semblante, tus acciones, toda tu adorable persona parece una emanación divina, pero tus palabras son oscuras y misteriosas.
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El castillo de Otranto de Horace Walpole
Se requería una valentía como la de Manfred para no aflojar ante una combinación tan increíble de circunstancias que parecían anunciar su fin.
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El castillo de Otranto de Horace Walpole
En nombre de su señor, Federico, marqués de Vicenza, reclama a Lady Isabella, hija de ese príncipe, de quien tú te has apoderado de manera baja y traidora, sobornando a los falsos guardianes durante la ausencia de su padre; y te induce a renunciar al principado de Otranto, que usurpaste al mencionado Federico, el pariente más cercano por sangre al último señor legal, Alfonso el Bueno.
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El castillo de Otranto de Horace Walpole
¿Qué es la sangre? ¿qué es la nobleza? Todos somos reptiles, criaturas miserables y pecadoras. Sólo la piedad puede distinguirnos del polvo de donde salimos y al que habremos irremisiblemente de retornar.
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El castillo de Otranto de Horace Walpole
No temo a la ira de nadie cuando una mujer en peligro se pone bajo mi protección.
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El castillo de Otranto de Horace Walpole
Si es la voluntad del Señor, es que la raza de Manfred debe perecer, resígnese, príncipe, a sus decretos.
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El castillo de Otranto de Horace Walpole
Si el amor nivela los rangos, también los eleva: yo respeto a un joven que está enamorado.
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El castillo de Otranto de Horace Walpole
Sé muy bien que la adoración con que contemplo ese retrato no es común, pero no estoy enamorada de un lienzo pintado. El carácter de ese príncipe virtuoso, la veneración por su memoria que me ha inspirado mi madre, las oraciones que hemos rezado juntas -no sé por qué- ante su tumba, todas estas cosas me han convencido de que, de una manera u otra, mi destino está ligado a algo relacionado con él.
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El castillo de Otranto de Horace Walpole
Los avatares de su destino habían cubierto de asperezas su carácter, que era normalmente humano, y sus virtudes estaban prontas a operar siempre que las pasiones no nublasen su razón.
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El castillo de Otranto de Horace Walpole
Lo tocó, examinó el casco fatídico; ni siquiera los restos sanguinolentos y destrozados del joven príncipe podían desviar los ojos de Manfred del portento que lo enfrentaba.
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El castillo de Otranto de Horace Walpole
El castillo de Otranto debía dejar de pertenecer a esa familia cuando su verdaderos propietario se volviera demasiado grande para habitarlo.
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