Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Vivamente seducido por la brillante inteligencia de Lucien, David lo admiraba, si bien corrigiendo los errores en los que le hacía incurrir la furia francesa
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Vivamente seducido por la brillante inteligencia de Lucien, David lo admiraba, si bien corrigiendo los errores en los que le hacía incurrir la furia francesa
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Lucien poseía en grado sumo el carácter gascón, osado, valiente, aventurero, que exagera lo bueno y minimiza lo malo, que no retrocede ante una falta si puede sacar algún provecho de ella y que es indiferente al vicio si éste puede servirle de escalón para ascender. Estas cualidades propias del ambicioso se hallaban entonces refrenadas por las bellas ilusiones de la juventud, por el ardor que le empujaba hacia los nobles medios que los hombres amantes de la gloria emplean antes que los demás
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Juzgaban a la sociedad desde tanta más altura cuanto más abajo se encontraban situados en la escala social, ya que los hombres desconocidos se vengan de lo modesto de su posición con su elevación de miras
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Al ver sus pies, un hombre hubiera tenido todavía más la tentación de tomarle por una muchacha disfrazada, dado que, a semejanza de los hombres sutiles, por no decir astutos, sus caderas tenían la conformación de las de una mujer.
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Una frente y una nariz griegas, la blancura aterciopelada de las mujeres, unos ojos negros de puro azules, ojos llenos de amor y cuyo blanco rivalizaba en frescura con el de un niño. Remataban estos bonitos ojos unas cejas que parecían trazadas por un pincel chino y los orlaban unas largas pestañas de color castaño. Brillaba en las mejillas un sedoso vello cuyo color armonizaba con el de una rubia cabellera de rizado natural. Una suavidad divina respiraba en sus sienes de un blanco dorado
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Aunque destinado a las más elevadas especulaciones de las ciencias naturales, Lucien se sentía apasionadamente atraído por la gloria literaria; sin embargo, David, a quien su genio meditativo predisponía a la poesía, se inclinaba por gusto hacia las ciencias exactas. Esta inversión de papeles engendró una especie de fraternidad espiritual.
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Estimulado por un padre que, apasionado por las ciencias naturales, le había empujado en un principio por este camino, Lucien fue uno de los alumnos más brillantes del instituto de Angulema, donde se encontraba en cuarto de bachillerato cuando Séchard finalizaba allí sus estudios.
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Madame Chardon y su hija Ève creían en Lucien como la mujer de Mahoma creyó en su marido; su abnegación por su porvenir no conocía límites.
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
La tomó por esposa a pesar de su común pobreza. Sus hijos, como todos los hijos del amor, tuvieron como única herencia la maravillosa belleza de su madre, presente muchas veces fatal cuando va acompañado de la miseria
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
El amigo de David Séchard era un joven, por aquel entonces de veintiún años, llamado Lucien Chardon, hijo de un ex oficial médico del ejército republicano, retirado del servicio activo a consecuencia de una herida.
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Se guardó su dolor para sí viéndose solo, sin apoyo, constatando que su padre era un especulador, a quien, por curiosidad filosófica, quiso conocer a fondo
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
La suerte le colmó de venturas: quedó viudo y tuvo sólo un hijo, hijo al que mandó al instituto de la ciudad, más que para darle instrucción, para prepararse un sucesor; lo trataba con severidad a fin de prolongar la duración de su poder paterno
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La prima Bette de Honoré de Balzac
Cuantos la veían pensaban: "¡Qué hermosa ha debido de ser!". La corroía la pena de no saber qué había sido de su marido, de no poder compartir con él aquel oasis en pleno París, el retiro y el silencio, la holgura de que iba a disfrutar la familia, y mostraba la suave majestuosidad de las ruinas.
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La búsqueda del absoluto de Honoré de Balzac
[...] sistema del absoluto. Toda vida implica una combustión. Según la mayor o menor actividad de la fuente de calor, la vida es más o menos persistente.
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La búsqueda del absoluto de Honoré de Balzac
Y brotó de su pecho uno de esos suspiros que revelan un infierno de dolores oculto bajo un cráneo o encerrado en un corazón, una de esas reacciones ardientes, concentradas, que no se pueden expresar con palabras.
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La búsqueda del absoluto de Honoré de Balzac
De todos los hombres, acaso fuera el único en saber que una palabra, una mirada, pueden borrar años de felicidad, siendo tanto más crueles porque contrastan más intensamente con una dulzura constante; y es que nuestra naturaleza nos inclina a experimentar más dolor con una disonancia en la felicidad que placer con un goce en la desdicha.
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La búsqueda del absoluto de Honoré de Balzac
La duda, tan dramática en amor, constituiría el secreto de ese análisis, esencialmente minucioso, en el que ciertas almas recobrarían la poesía perdida, pero no olvidada, de sus primeras turbaciones: esas sublimes exaltaciones en el fondo del corazón que jamás refleja el semblante [...]
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La búsqueda del absoluto de Honoré de Balzac
Manifestaba su amor a hurtadillas, no se atrevía a poseer elocuencia o belleza sino en la soledad. Desdichada a la luz del día, hubiera resultado hermosísima de habérsele permitido vivir tan solo de noche.
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