Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Las almas grandes están siempre dispuestas a hacer de una desgracia una virtud
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Las almas grandes están siempre dispuestas a hacer de una desgracia una virtud
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
La amó como todo joven ama a la primera mujer que lo adula
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Encontró primeramente este mundo muy fascinante, pero más tarde comprendió de qué sentimiento derivaban aquellas falaces atenciones. No tardó en sorprender algunos aires protectores que revolvieron su bilis y que reforzaron en él las rencorosas ideas republicana
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Este tocado de reminiscencias medievales parecía muy a propósito para seducir a un joven y para agigantar, digámoslo así, a la mujer; y se escapaba de él una loca cabellera rubicunda, dorada a la luz y encendida en torno a los rizos
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
La excesiva belleza de Lucien, la timidez de sus maneras, su voz, todo en él causó una gran impresión en madame de Bargeton. El poeta era la encarnación de la poesía. El joven examinó, con discretas ojeadas, a esta mujer que le pareció estar a la altura de su renombre; no se sentía defraudado en ninguna de sus ideas sobre lo que era una gran dama.
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
La santa criatura ignoraba que donde empieza la ambición cesan los sentimientos ingenuos.
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Sólo su hermana estuvo en el secreto. Como buena ama de casa y divina profetisa que era, Ève sacó algunos luises del tesoro para comprarle unos escarpines finos a Lucien en el mejor zapatero de Angulema y un traje nuevo en el mejor sastre.
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Halagó los defectos que el terruño había producido en la reina de Angulema, le trajo todos los libros nuevos y le leía las poesías que se iban publicando. Se extasiaban juntos con las obras de los poetas jóvenes, ella de buena fe, él aburriéndose, pero tomándose con paciencia a los poetas románticos que, como hombre de la escuela imperial, difícilmente comprendía
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Todos cuantos allí se reunían eran los espíritus más lamentables, las inteligencias más insignificantes, los más pobres señores en veinte leguas a la redonda.
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
El hábil barón fue a casa de la reina de Angulema, a la que prodigó atenciones comprometedoras. Este viejo lechuguino, pues contaba ya cuarenta y cinco años, vio en esta mujer toda una juventud que reanimar, tesoros que revalorizar y tal vez una viuda rica en perspectiva de casarse
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Bien plantado, apuesto, buen bailarín, sabía jugar al billar, era ágil en todos los ejercicios, mediocre actor de salón, cantante de romanzas, aplaudidor de dichos graciosos, dispuesto a todo, dúctil, envidioso, lo sabía todo y nada.
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Edad terrible en que la mujer comienza a añorar sus buenos tiempos pasados sin haberlos disfrutado, cuando ve marchitarse sus rosas y cuando los deseos del amor renacen con el ansia de prolongar las últimas sonrisas de la juventud.
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Se sentía sedienta de todo cuanto no fuera el agua clara de su vida, oculta entre las hierbas. Adoraba a Lord Byron, a Jean-Jacques Rousseau y todas las vidas poéticas y dramática
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Existe esa clase de goces que solamente pueden saborearse entre dos, de poeta a poeta, de corazón a corazón
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
La exaltación, esa virtud dentro de la virtud, que engendra a los santos, que inspira los sacrificios secretos y las brillantes poesías, se convierte en exageración al aplicarla a las naderías de provincias
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Le repugnaba someter su inteligencia y su persona a unos hombres sin valor ni grandeza personal, como los que hasta entonces había podido conocer
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Pese a que el abate recomendaba continuamente a su alumna ser tanto más graciosa y modesta cuanto más iba aumentando su saber, mademoiselle de Nègrepelisse se hizo una excelente opinión de sí misma y concibió un sólido desprecio por la Humanidad. Al no ver a su alrededor sino a inferiores y a gentes dispuestas a obedecerla, adquirió la altanería de las grandes damas, sin poseer las sutiles astucias de su cortesía.
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
El abate Niollant infundió a su alumna su audaz espíritu crítico y su seguridad de juicio, sin pensar que estas cualidades tan necesarias en un hombre se convierten en defectos en una mujer destinada a las humildes ocupaciones de una madre de familia.
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
El barrio del Houmeau se convirtió por tanto en una ciudad rica e industriosa, en una segunda Angulema, que despertó celos en la ciudad alta donde quedaron la Prefectura, el Obispado, el Palacio de Justicia y la aristocracia.
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Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
David leyó, como saben leer los poetas, el idilio de André de Chénier, titulado Néère; luego el del Joven enfermo y luego la elegía sobre el suicidio, compuesta al estilo antiguo, y los dos últimos yambos.
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