El silencio de la ciudad blanca de Eva García Sáenz de Urturi
La visión de los meteoros duraba poco, apenas unos segundos, y había que estar atento, porque si pestañeabas, te lo perdías. Quizá como las cosas buenas de la vida. Como estar allí con el abuelo, tirados en la tierra que un día nos iba a acoger a ambos en su regazo.
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