Phillipa de Elizabeth Urian
Ella vaciló un instante justo antes de aceptar su mano, pero en ese momento, el señor Field lucía una sonrisa serena y Phillipa se dejó seducir por ella. «Debería sonreír más y regañar menos», se dijo a sí misma. Eso solo hacía que mejorar su apariencia. —Gracias —murmuró con la cabeza baja. No sabía por qué, pero el contacto entre ambos le produjo una sensación agradable y temía que sus pómulos terminaran adquiriendo un color rosado. —No olvide nuestra conversación —le recordó entonces—. No se aleje de mí y cumpla todas mis órdenes. Evidentemente, el encanto se esfumó en el acto. |