Alejandra Pizarnik. Biografía de un mito de Cristina Pina
Alejandra llegó a un París irremediablemente adulto, donde ese ritmo de bohemia que algunos artistas todavía podían permitirse en la provinciana y tercermundista Buenos Aires era casi un pecado. Por supuesto que todos la querían mucho, se alegraban enormemente de que estuviera allí después de tantos años, pero ocurría que tenían que tra-ba-jar -ese verbo que Alejandra nunca aprendió a conjugar- y estaban atrapados en el ritmo vertiginoso de un país del Primer Mundo que produce, crece, compite en el mercado internacional y da por descontado que a los treinta y tres años una ciudadana se debe ganar la vida y pagar sus impuestos, se ocupe de lo que se ocupe. |