Alejandra Pizarnik. Biografía de un mito

Flora Alejandra Pizarnik (1936-1972), antiburguesa y reacia a cualquier compromiso político, asidua a las páginas de Baudelaire, Rimbaud, Georges Bataille y Artaud, lectora hasta la saciedad de El alma romántica y el sueño de Albert Béguin y de Baudelaire al surrealismo de Marcel Raymond, obsesiva e inestable sin pausa y hasta el tormento, tiene una forma de vida que rechaza integrarse en el mundo laboral, prioriza el consumo de estimulantes y se decanta por el mundo nocturno entre sus ansias sexuales, angustia física, dependencia y rechazo hacia sus padres, lo que determinó “una imposibilidad radical de crecer en lo afectivo y lograr una identidad sexual definida y estable”, según indican Cristina Piña y Patricia Venti en la biografía de Pizarnik que ha publicado la editorial Lumen con el título de Alejandra Pizarnik, biografía de un mito. Las autoras trazan el recorrido biográfico de Pizarnik siguiendo los diarios, numerosos testimonios y los libros de poemas, que son diseccionados con el fin de mostrar su evolución como autora, por lo que no estamos ante una biografía que se limita a señalar los avatares vitales de la escritora argentina, sino que se adentra en el análisis de sus versos y los vincula a cada momento de la existencia de Pizarnik, además de que se explica el motivo por el que permanecen inéditos textos de Pizarnik, ya que ni la edición de su poesía, ni la de sus diarios, ni la de su prosa pueden considerarse completas.
En sus últimos años rechaza sus tres primeros libros de poesía y evita incluir algún poema de ellos en antología alguna. El 25 de septiembre de 1972, “la muerte encontró la forma de colarse en su confusión” dicen las autoras de la biografía, quienes revelan la frase que Pizarnik deja escrita en el pizarrón: “No quiero ir nada más que hasta el fondo”. Su fallecimiento es causado por una intoxicación de pastillas de seconal sódico. Esta biografía, que recoge muchas páginas de los diarios de Pizarnik, así como de textos de amigos referidos a la autora argentina, aporta luz a una figura enigmática, fascinante y terrible a la vez. Es una buena excusa para adentrarse en Alejandra Pizarnik y en su literatura.

Cualquier palabra para referirnos, tan siquiera rozar, a la figura de Pizarnik se nos queda inválida, hueca, pueril e insuficiente. Una vez más el lenguaje multiplicándose y haciéndonos creer que nombrar es salvar, rescatar o amar.

Hace 86 años nació quien, para mí, es la hacedora del habitar poético más espeluznante, desgarrado, funesto y profundo que haya visto jamás. Desde una primera aproximación ya olvidada en mi adolescencia, Pizarnik revolucionó mi pequeño mundo, instaurando los cimientos de lo que para mí ahora es la literatura.

La lectura de esta biografía ha sido un regalo excepcional, porque no solo es un repaso por las vivencias, por las personas y hechos que le hicieron ser quien fue; sino que nos descubre cada poro, cada trampa en la que la poeta como animal herido cae incesantemente, víctima de su propia búsqueda.
Creía conocer el sufrimiento de Pizarnik con tan solo leer y analizar su poesía, pero este texto nos alumbra y, al mismo tiempo, nos oscurece lo que ya creíamos descubierto y enterrado.

Gracias a Pizarnik es posible descubrir que la poesía no es un trazo, es una vena: a través de los bordes incandescentes de su sangre, la cansada y desgastada palabra viaja hacia la otra orilla, aquella cumbre de la que no se puede regresar sano y salvo.

Alejandra es más que un mito, pero no hay que olvidar que en esencia fue un ser humano como tú o como yo que decidió explorar los límites de la conciencia, del lenguaje, del cuerpo. Un ser humano que se equivocaba, pero también un lucero imprescindible para aquellos que la querían más allá del bien y del mal.

Con esta lectura comprendemos que quedarse en el romantizar su frenética ida hacia la muerte es una pobre visión de lo que en conjunto significa su figura y su arte poético.

Su legado, su poesía como cementerio universal debe ser comprendido como el don y el producto de una vida que lo único que quiso es ir hasta el fondo. Dichosos nosotros, que podemos visitarla hasta nuestro propio fin.

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Alejandra Pizarnik desarrolló una de las obras poéticas más asombrosas del sigo XX. Sus escritos nos hacen vivir los estados más melancólicos y nos recuerdan la fragilidad de la raza humana y todo lo que escondemos. Alejandra nos adentra a su vida de una manera tan triste y cruda que nos obliga a ponernos en sus zapatos.