Alejandra Pizarnik. Biografía de un mito de Cristina Pina
Una noche en que la mano que significaba la voz del otro lado del teléfono no bastó, Olga le aseguró que nada podía pasarle porque ella le dictaría un certificado mágico que, como una armadura de fuego, impediría que las fuerzas del mal prevalecieran sobre ella. Y Alejandra lo copió con el fervor del niño que aprieta un amuleto entre las manos mientras las alas del miedo le rozan la cara, para después leerlo y entenderlo al pie de la letra y salir así de ese amenazante bosque interior que, en cierto momento en que la noche vira hacia el vacío, parecía espesarse y robarle todo el aire a la niña perdida en el laberinto de su soledad.
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