Alejandra Pizarnik. Biografía de un mito de Cristina Pina
Aunque la madriguera le daba la ilusión de refugio, le faltaba aquel mundo amable del otro lado del océano. Buenos Aires -tristeza a contraluz- solo podía afianzarse en la memoria. El autoexilio había llegado a convertirse en el dolor de un miembro amputado. La distancia no la salvaba porque el desarraigo traía consigo vulnerabilidad y miedo sofocante. ¿Por qué se aferraba a los quiebres de la infancia y los transformaba en parte esencial del presente? Los recuerdos estaban sitiados por llantos nocturnos.
|