Almuerzo de vampiros (2007) es una re-lectura porque simplemente la primera vez no pude terminarlo, encontrando el texto soez y sin interés. Varios años después me he forzado a retomar el libro por una razón pedestre, la de haber comprado el libro y tenerlo en perpetua espera sobre mis cargados anaqueles.
Aunque entiendo mejor esta vez el texto, lo leo con más calma y dedicación, tampoco me ha gustado por la vulgaridad lexical absoluta que « ensucia » el mensaje subliminal de esta novela compleja. Almuerzo de vampiros es una sátira muy negra= perdonen el oximoron (sátira o cortesía de la desesperación según Franz), es una novela poliédrica con muchas facetas para el propio Franz sobre los ideales de la juventud traicionados por la edad madura.
Dos amigos muy dispares se encuentran, treinta años después, en un restaurante de Santiago en un almuerzo larguísimo y se disponen a charlar sobre un pasado común en el Internado del liceo santiaguino Barros Arana. Entre muchas cosas y anécdotas, recuerdan a un profesor de castellano que los marcó por su erudición y manierismo; especialmente al narrador del libro (¿alter ego del autor?). El narrador del libro fue un niño huérfano que un pariente de provincias « ubicó » en el internado para su educación. Es fácil imaginar la inmensa influencia que significó para este chico el haber sido destacado por un profesor de castellano tan conspicuo, a tal punto que creyó que lo amaba; pero después del golpe de estado, este profesor tuvo un rol ambiguo y desapareció de la circulación. Después de amar platónicamente (?) el liceano llegó a odiarlo porque el profesor lo dejó abandonado en condiciones que le había inculcado cómo hacer bellas preguntas, pero lo dejó con horrendas respuestas.
En los años de la dictadura y del toque de queda, el protagonista estudiaba de día y manejaba un taxi de noche para ganar unos pesos. De esta manera se va a involucrar con un grupo de personajes esperpénticos, decadentes y grotescos que desean realizar una película llamada « La talla de Chile »; estos personajes viven de noche a cuestas de Lucio el único del grupo que maneja dinero, son depravados que sobreviven en el Chile del toque de queda; la « talla » para los chilenos es un sinónimo de broma, a menudo pesadas y de doble sentido encontrando su origen en el florido hablar del « roto » chileno, el personaje popular por antonomasia. En esta noche seductora y apasionante de un Santiago bajo toque de queda, el narrador tendrá experiencias bastante fuertes donde reina un erotismo enfermo de bestialidad.
Y la novela sobreabunda en lo que llaman el « genital dialecto chileno ».
Se puede hacer una metáfora con el ingenuo taxista nocturno en el rol de Fausto vendiendo su alma a un Mefistófeles encarnado por « el maestrito » o el bufón de Lucio que imita muy de cerca a su antiguo profesor de literatura (Lucio, como el narrador, es también un ex alumno del Internado Barros Arana y tuvo al mismo profesor).
El meollo de la novela sería el planteamiento que se hace Carlos Franz sobre los sobrevivientes que escaparon a las represalias del golpe de estado y supieron adaptarse a las nuevas condiciones, llegando a ser expertos en el arte decadente de sobrevivir porque « un sobreviviente no está vivo ni muerto », como los vampiros, lo que explica el título de la novela. El vampiro que aspira a ser eternamente joven (y no solo a chupar la sangre) y a no morir.
Serían tres libros de Carlos Fuentes que están comunicados : El desierto (2005), Almuerzo de vampiros (2007) y La prisionera (2008) donde el escritor aborda el tema del retorno a la patria herida por un pasado reciente.
Puede que la novela tenga un gran alcance, pero la sordidez del tema y el lenguaje hampón me han desagradado.
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