La tierra en llamas de Bernard Cornwell
los juramentos son vamos intentos de los hombres por dominar su destino
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La tierra en llamas de Bernard Cornwell
los juramentos son vamos intentos de los hombres por dominar su destino
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Northumbria, el último reino de Bernard Cornwell
Todos estamos solos y todos buscamos una mano que apretar en la oscuridad.
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Northumbria, el último reino de Bernard Cornwell
[…] tras la batalla en el valle del Pedredan, me pareció que mi vida estaba hecha de cuerdas, y que si tocaba una, todas las demás, aunque separadas, sonaban. […] y aunque separadas, las unas influían en las otras, pero juntas creaban la música de mi vida.
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Northumbria, el último reino de Bernard Cornwell
Cuidaos del hombre que ama la batalla. Ravn me dijo que sólo uno de cada tres hombres, o puede que sólo uno de cada cuatro, es un auténtico guerrero, y los demás luchan a reganadientes, pero yo iba a aprender que sólo uno de cada veinte hombres ama la batalla. Dichos hombres eran los más peligrosos, los más hábiles, los que cosechaban almas, y aquellos a los que había que temer. Yo era uno de ellos.
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Northumbria, el último reino de Bernard Cornwell
¡Vienen a morir! -grité-, ¡vienen a sangrar! ¡Vienen a nuestras armas!
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Northumbria, el último reino de Bernard Cornwell
¿Qué buscamos en un señor? Fuerza, generosidad, dureza, éxito, ¿y por qué un hombre no habría de sentirse orgulloso de esas cosas? Mostradme un guerrero humilde y sólo veré un cadáver.
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Northumbria, el último reino de Bernard Cornwell
Los predicadores nos dicen que el orgullo es un gran pecado, pero los predicadores no saben de qué hablan. El orgullo hace al hombre, lo guía, es el muro de escudos que protege su reputación, y los daneses lo entendían. Los hombres mueren, decían, pero el nombre no.
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Northumbria, el último reino de Bernard Cornwell
Tomé parte en peleas, pero habían sido pequeñas, y las pequeñas peleas terminan rápido. Nunca había soportado el prolongado derramamiento de sangre, las horribles luchas cuando la sed y el cansancio debilitan a los hombres y sus enemigos, y no importa cuántos mates, porque siguen viniendo. Sólo cuando hubiera hecho aquello, pensé, podría llamarme a mí mismo un hombre como es debido.
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Northumbria, el último reino de Bernard Cornwell
Mujeres. Los hombres pelean por ellas, y ésa era otra lección que debía aprender. De niño pensaba que los hombres sólo forcejeaban por tierras o poder, pero luchaban por las mujeres en la misma medida.
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Northumbria, el último reino de Bernard Cornwell
Puedes cambiar el corazón de un hombre, pero no su cabeza.
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Northumbria, el último reino de Bernard Cornwell
Qué alegría tan grande. La alegría de la espada. Bailaba de alegría, la alegría me inundaba, la alegría de la batalla de la que Ragnar hablaba tantas veces, la alegría del guerrero. Si un hombre no la conoce, no es un hombre.
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Northumbria, el último reino de Bernard Cornwell
Los enemigos nunca tardan en llegar a la vida de un hombre -me dijo-, no hace falta ir a buscarlos.
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Northumbria, el último reino de Bernard Cornwell
Un ejército, aprendí con el tiempo, necesita una cabeza. Precisa de un hombre que lo dirija; si dotas un ejército de dos cabecillas dividirás por dos su fuerza.
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Northumbria, el último reino de Bernard Cornwell
Cuando un hombre pierde la confianza de su señor, lo ha perdido todo.
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Northumbria, el último reino de Bernard Cornwell
-Cuando un enemigo quiere hablar -repuso-, significa que no quiere luchar. Así que hemos ganado.
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Northumbria, el último reino de Bernard Cornwell
No les puedes pedir a los hombres que se arriesguen a morir si tú no estás dispuesto a jugarte la vida.
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Northumbria, el último reino de Bernard Cornwell
Lo que los daneses dan, los daneses lo pueden quitar.
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Northumbria, el último reino de Bernard Cornwell
Me gustaba Ragnar. Me gustaba mucho más de lo que me había gustado mi padre. Yo tendría que estar muerto, por derecho, y aun asi Ragnar me había salvado, me mimaba y me trataba como a un hijo, me llamaba danés, y me gustaban los daneses. Con todo, incluso entonces sabía que no era danés. Era Uhtred de Bebbanburg y me aferraba al recuerdo de la fortaleza junto al mar, de las aves gritando por encima de las olas, de los frailecillos batiendo las alas contra las currucas, de las focas en las rocas, del agua blanca rompiendo contra los acantilados.
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Northumbria, el último reino de Bernard Cornwell
Si no quieres ser guerrero te quedas en casa, en Dinamarca. […] Pero ¿y aquí en Inglaterra? Obligan a pelear a todos los hombres, pero sólo uno de cada tres o uno de cada cuatro tiene agallas para hacerlo. […] Somos lobos peleando contra ovejas.
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El retrato de Dorian Gray